“Amar la belleza es ver la luz” es una de las citas que con frecuencia se usa entre la comunidad de la iluminación para enfatizar las cualidades más sublimes de la luz. Eventos como Fêtes des Lumières, donde los artistas utilizan las luces como si de acuarelas se trataran y toman las calles de Lyon como su lienzo, resalta aún más las palabras que alguna vez escribió Víctor Hugo en su obra Los Miserables.
Más allá de los cambios y las permanencias frente al concepto de belleza es evidente que el pueblo francés tiene un importante vínculo respecto a la búsqueda y manifestación de su significado. Ejemplo de eso es su basta producción artística, ya sea en literatura, arquitectura, artes plásticas y un largo etcétera, mismas que han sabido adaptarse a la propia evolución de la sociedad y la cultura.
En el caso particular del Festival de las Luces de Lyon, su ejecución fue un proceso de adaptación de la fiesta original; el uso y apropiación de las tecnologías que se fueron desarrollando con el tiempo y de los propios intereses de la comunidad.
Las primeras huellas de la celebración como la conocemos se pueden rastrear a mediados del siglo XIX, cuando sus habitantes colocaban velas en recipientes de color en los alféizares de sus ventanas para celebrar la instalación de una estatua de la Virgen María. De esta forma se iluminaron barrios enteros de la ciudad, transformando las fachadas de los edificios en un espectáculo de luces.
En tiempos más recientes, durante la década de 1960, los concursos de iluminación de escaparates entre las tiendas de la ciudad fueron un incentivo para dar inicio a la temporada (de ventas) navideña, así como un recordatorio de la verbena religiosa. Después, en 1989 y gracias a una política de iluminación pública, Lyon fue una de las primeras ciudades europeas en presentar proyectos de iluminación en sitios patrimoniales.
De forma orgánica, Lyon siempre mantuvo presente que parte de su identidad como ciudad recae en su vínculo con la iluminación y al día de hoy continúa explorando sus alcances y sigue en constante descubrimiento.













Todo este recorrido converge con la edición de este año 2021, donde una vez más se trata de responder cómo es que la luz es un catalizador entre arte, la sociedad y el entorno que se vive. Ante esto, el alcalde de Lyon, Grégory Doucet mencionó lo siguiente:
Este año nos centramos en los jóvenes creadores. El 60% de los artistas que presentan sus obras son nuevos participantes[…]. Hemos aprovechado este tiempo para reflexionar y cuestionarnos sobre nuestra relación con la sociedad y nuestra visión de la realidad para ofrecer un trabajo artístico que ha evolucionado durante estos dos últimos años y que se presenta ahora en su mejor versión.
















El artículo comenzó con una cita famosa de Víctor Hugo, una frase que por simple retórica podemos aceptar como cierta y válida. Pero no se encuentra sola, el pasaje completo se ubica casi en la última parte de Los Miserables, tras la revuelta patriota y una búsqueda de identidad a través del arte ante el futuro:
La grandeza y la belleza de Francia es que ocupa menos estómago que otros pueblos; es más fácil atar la cuerda a los lomos. Ella es la primera despierta, la última dormida. Ella avanza, investiga. Es porque ella es una artista.
El ideal no es más que la culminación de la lógica, así como lo bello no es más que la cumbre de la verdad. Los pueblos artísticos son también los pueblos más congruentes. Amar la belleza es ver la luz.
¡Pueblos exploradores, entreguen la antorcha a la vida […].




La luz es amor y amor atrae el bien, «Una ciudad de bien»