Arquitectura, arte… en clave de luz

«Crees que dominas la luz, pero siempre te sorprende». María Gil de Montes

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Por Alfonso Tejedor

El Centro Cultural Conde Duque es uno de los grandes desconocidos de la arquitectura de Madrid. Tal vez porque no está en una calle principal o porque su aire de cuartel (su función original) hace que uno pase por delante de su imponente fachada sin fijar mucho la vista. En esa zona de Madrid las aceras son estrechas, y el peatón camina dividido entre el miedo a que un coche se le eche encima o tal vez a que esos imponentes muros de la vieja arquitectura madrileña le engullan. Sin embargo, apenas atraviesas el portón de entrada te encuentras un amplísimo patio, de hermosas proporciones. Allí en el verano se celebran conciertos al aire libre, y la música parece salir de una caja de música colándose por el cálido aire veraniego de la capital española, como embriagando el aire de cultura.

Viene todo a esto a cuento de que el Centro Conde Duque es un punto de contrastes. Su tosca arquitectura cuartelaria contrasta con unas proporciones generosas. Su adusta presencia se contrapone con la cultura que alberga, ya sea música, teatro o exposiciones. Y tal es el reto al que se enfrentan arquitectos e iluminadores cuando se trata de recuperar espacios para los ciudadanos. ¿Cómo reforzar su carácter? ¿Cómo minimizar sus inconveniencias? ¿Intentar hacer sentir algo al visitante, sólo mirando paredes, piedras, muros? ¿Ser fiel al origen o atropellar la historia con la apisonadora de la modernidad? Son preguntas que están (o deberían estar -porque a veces se ve cada cosa que le hace a uno dudar-) en el prólogo de cualquier actuación arquitectónica.

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La jornada «En clave de luz», se enmarca dentro de la X Semana de la Arquitectura de Madrid que contó con dos presentaciones, que como es usual en la APDI, utilizan tándems formados por el arquitecto y el diseñador de iluminación, donde buscaron dialogar entre arte y arquitectura, por lo que recurrieron a los arquitectos y diseñadores de iluminación que rehabilitaron el edificio.

Según palabras del diseñador de iluminación Miguel Ángel Rodríguez Lorite «El mantenimiento es el gran enemigo del iluminador». Todo está precioso el día de la inauguración de una obra, pero, a medida que pasan los meses, los años, el descuido, el vandalismo, el abandono, van vejando la obra y alejándola de su espíritu original.

En el caso del centro Conde Duque, como el proyecto era recuperar la arquitectura original y quería que se notara lo menos posible la intervención, se respetó el diseño original, con columnas metálicas y paredes de ladrillo, trasladando todo lo que no fuera estrictamente necesario por debajo del suelo. Por eso sólo las conducciones de las luminarias se encuentran en el techo. Calefacción, aire, etc. está todo oculto a la vista.

El Conde Duque fue uno de los primeros edificios que se construyeron con armazón metálico y en la recuperación se ha querido mantener ese aspecto, por eso, entre viga y viga se han colocado unas traviesas metálicas pintadas como el resto del edificio que quedan completamente integradas en la estructura.

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Como elemento diferenciador de la transición entre zonas se iluminó con diferentes temperaturas de color, que sirven a la vez como guía visual del visitante, además de establecer un entorno armónico y fluido.

Dice la diseñadora de iluminación María Gil de Montes: «Crees que dominas la luz, pero siempre te sorprende».

expo-condeEn zona principal del centro Conde Duque, se emplearon unas lámparas diseñadas a medida para que no se apreciaran los LEDs de la luminaria, con una doble tela difusora.

En cuanto a la iluminación, el salón de actos se divide en cuatro áreas principales, pensadas para que permitan diferentes niveles de iluminación según las necesidades. Aún así, rara vez se encienden todas las fases a la vez porque el nivel lumínico es excesivo.

Por último, en la iluminación del auditorio se buscó remitir al dorado de la suntuosidad original, pero los tiempos finalmente lo desaconsejaron como material. Así que se ha utilizado la luz como testimonio al mismo tiempo que sirve al propósito de separar al espectador del mundo exterior y prepararle para la experiencia sensorial.

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En el caso de la restauración del Conde Duque la respuesta ha sido soberbia. Un mestizaje entre la arquitectura original y las necesidades de la cultura moderna que apenas se intuye. Y eso es la perfección. Hacer que parezca que no se ha actuado, que lo que vemos es natural, inevitable, porque todo fluye con sencillez, con sinceridad. Pasar de una sala a otra y descubrir que todo es uno, aunque todo cambie: materiales, iluminación, función. Todo es distinto y sin embargo sigues dentro de la unidad «Conde Duque».

Las explicaciones del arquitecto Carlos Riaño y Miguel Angel Rodriguez Lorite, responsables de la restauración e iluminación, con diapositivas del proyecto, ayudaron «leer» el edificio correctamente cuando al finalizar la plática paseamos por él: zona principal, sala de exposiciones, caballerizas. Además las explicaciones aportadas por la arquitecta Nuria Ruiz y el diseñador de iluminación Ignacio Valero sobre cómo afrontaron el reto de recuperar el auditorio siendo fieles al origen y al mismo tiempo cumpliendo con las necesidades acústicas y estéticas de un entorno del siglo XXI, también dotaron de significado a una visita que, de otra manera, hubiera dejado a nuestros ojos inadvertidos ante una mera apreciación estética.

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Como conclusión, demasiadas veces los artistas parecen más impulsados a dejar su firma bien visible, aunque vaya en detrimento del espacio. Poder declamar «soy original, o creativo, o rompedor, o vanguardista, o…» aunque luego haya que hacer auténticas piruetas para poder sobreponerse a aquello que el artista quiere firmar.

En el Conde Duque los detalles están cuidados con un nivel de mimo más que destacable. Las necesidades modernas integran la tradición arquitectónica poniéndose la forma al servicio de la función y no al revés. Eso puede verse en la iluminación en la base de las columnas de hierro, en cómo las transiciones de espacios te indican el camino, simplemente porque cambia la temperatura de color o cómo se han diseñado a medida unas lámparas que difundan la luz uniformemente.

Al terminar las conferencias se realizó un recorrido por las 8 instalaciones lumínicas, resultado de un concurso de ideas de la APDI (Asociación Profesional de Diseñadores de Iluminación). Algunas más acertadas, otras más prometedoras, demuestran que hay una nueva generación de profesionales en gestación que desde muy pronto se enfrentan con todo lo que requiere superar el reto de la luz: drama, presupuesto, materiales, público, etc.

Las instalaciones pueden visitarse durante toda la semana, en las caballerizas del Centro Cultural Conde Duque y sólo por pasear por el interior de un edificio tan magnífico merece la pena acercarse.

 

 

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