Dentro del caos que se vive a diario en CDMX también podemos encontrar espacios de calma y reflexión. En esta ocasión fue en el Laboratorio Arte Alameda con la exposición Paisajes de luz del artista francés Joanie Lemercier.
Integrada por 6 instalaciones audiovisuales, la muestra busca abordar la relación entre naturaleza y tecnología a través de una serie de videomappings y proyecciones que expresan dicho vínculo.
Con solo dar el primer paso dentro del museo, el entorno se transformó en un ambiente calmado envuelto por la vegetación y un par de indicaciones sobre el recorrido reciben a sus visitantes.
Edges es la primera pieza de la exhibición, dos planos verticales y uno horizontal que parecían formar una montea. En ellos se proyectó una rejilla sobre la que se proyectaban figuras geométricas en constante movimiento. Un cambio de intensidades jugaba con nuestra percepción que intentaba descifrar lo que sucedía y de pronto la pregunta de siempre ¿de dónde viene la luz?
La precisión en esta pieza es una de las tantas cosas destacables. No bastó con observarlo solo una vez. Tal vez visitar la exposición por la mañana en un día laboral fue fundamental para vivir aquella experiencia en la que intentábamos descifrar cada detalle sin saber lo que nos esperaba en las salas restantes.





La segunda parada fue Montagne, cent quatorze mille polygones. Las preguntas surgían ¿Es en tercera dimensión? ¿Está pegado o tiene perforaciones? Nuevamente un entramado apareció sobre lo que aparentaba ser una pieza sólida, pero la pregunta clave en este espacio fue ¿qué pasa si creamos entornos naturales a partir de un algoritmo? Frente a nosotros se dibujaba un paisaje repleto de montañas que parecían transitar del día a la noche, del invierno al verano.








A la mitad de la exposición se encontraba Fuji, un paisaje de bambúes que jugaba con las profundidades a través de la proyección de luz basado en el cuento del cortador de bambú. No pudimos ocultar nuestra fascinación al ver cómo música y luz transportaban al espectador a ese sitio pues de pronto todos sus elementos parecían tangibles y el bosque japonés parecía estar a tan solo unos pasos.








Después de salir del paisaje de bambú, entramos a otra sala donde comenzó a sentirse un discurso totalmente diferente. Hasta ahora habíamos interactuado con paisajes que jugaban con la percepción, la geometría y los polígonos, ahora entrábamos en otros más realistas. Here once stood a forest, una proyección del bosque alemán de Hambach, clásico escenario de cuento donde bien podrías encontrar una casa de galleta, o ver a un lobo en traje de abuelita.
Al inicio había una ficha técnica que explicaba el peligro que corría aquél sitio pero no prestamos mayor atención, pues la vegetación comenzaba a iluminarse y surgían las preguntas, ¿lo proyectaron sobre las plantas o es edición? Sin lograr descifrarlo seguimos a la penúltima sala.








En el siguiente espacio había otra proyección, se trataba del documental Slow violence. Nos sentamos a contemplar unas transiciones de nubes negras. Como veníamos de un bosque de fantasía, la primera impresión fue creer que esas esponjosas y opacas nubes contenían una feliz y potente lluvia… Nuestra cara se deformó al instante, pues al alejarse la cámara se figuraban unas gigantescas chimeneas de una fábrica de carbón -mismas que ignoramos en la sala anterior-.
Fue una caída al hoyo de un conejo retorcido conocido como industria minera. No serían más de 10 minutos pero fue difícil verlo y no porque fuera un mal cortometraje, el discurso y las imágenes estaban muy bien planteadas. Solo que no fue sencillo ver una demoledora haciendo trizas una iglesia del siglo XIX y después ver a la excavadora Bagger 293 (de 225m de largo y 93 de alto) desgarrando la que fuera un bosque.
Continuamos nuestro camino hacía la última sala, algo dudosos esperábamos otro mensaje de caos y destrucción. No fue el caso, al contrario era una carta de esperanza, pues narraba cómo un grupo de activistas se plantaban frente a la minera. Como épilogo. solo el 10% de ese bosque permanece y esto es en el primer mundo, donde tienen plantas de energía limpia y proyectos de protección ambiental.
La expectativa era simplemente disfrutar de un videomapping que jugara con la percepción del espacio a través de la luz y concluimos con eso más una crisis existencial. ¿Vale la pena visitar esta exposición? sí y mucho. Con suerte saldrán con una perspectiva más amplia y compleja del mundo y sus caminos.








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Joanie Lemercier es un artista visual y activista ambiental de nacionalidad francesa. Su trabajo explora la percepción humana a través del manejo de la luz en un espacio. Es pionero en el uso artístico de videomapping, desde 2006 trabaja con proyección de iluminación y programación de computadoras.
Paisajes de luz es su primera exposición individual en México y permanecerá hasta el 30 de octubre de 2022, de martes a domingo en un horario de 9:00 a 17:00 horas. Para más información consulta el siguiente enlace.




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