Es posible que a lo largo de un día común en la oficina presentemos de forma recurrente dolor de cabeza, resfriados, dificultad para concentrarnos, fatiga, náuseas, así como irritación en ojos, nariz y garganta. En primera instancia podríamos culpar a la contaminación ambiental, cuando en realidad el origen de estos síntomas puede estar dentro del mismo edificio en el que trabajamos.
Al respecto se ha investigado desde hace muchos años e, incluso, la Organización Mundial de la Salud (OMS) definió como ‘Síndrome del Edificio Enfermo’ al conjunto de molestias y enfermedades originadas o estimuladas por la mala ventilación, la descompensación de temperaturas, las cargas iónicas y electromagnéticas. Asimismo, refiere como agentes causales a las partículas en suspensión, los gases y vapores de origen químico y los bioaerosoles, entre otros.
Entonces, un edificio se enferma, y afecta a sus usuarios, por un conjunto de factores, como la falta de higiene en los ductos de ventilación, la presencia de humedad y polvo o compuestos volátiles que se desprenden de la madera, así como la irritación por productos químicos para limpieza, entre otros. Sin embargo, también la mala iluminación puede afectar el bienestar del trabajador y su desempeño laboral.
La luz como solución
En primera instancia es muy importante hablar de la luz natural en la iluminación de los espacios que se ocupan para trabajar en un edificio, pues es bien sabido que su ausencia y/o carencia es causa de depresión. Además, pasar buena parte del día en oficinas con luz artificial y en espacios donde no hay vista al exterior, en donde prácticamente se pierde la noción del tiempo, baja nuestras defensas y el estado de ánimo. Cuando este es el caso, ayuda mucho salir a caminar unos diez minutos cada dos horas para que la luz natural.
Al respecto, el neurocientífico de la Escuela de Medicina de Harvard Steven Lockley afirma que una luz más brillante y azul (hacia unos 4 mil Kelvin) durante el día estimula el cerebro, lo que permite mejorar las funciones cognitivas, es decir, aumentar la atención y ser eficaz a la hora de resolver problemas y situaciones difíciles.
Por otra parte, la doctora Mariana Figueiro, científica del Centro de Investigación de Luminosidad en el Instituto Politécnico Rensselaer de Nueva York, señala que muchos edificios de oficinas buscan reducir el consumo de luz sin tener en cuenta la salud de los trabajadores.
“Se ha hecho mucho para reducir los niveles de luz y promover la eficiencia energética, algo muy importante, pero no se debe ir demasiado lejos en esa dirección”.
Un edificio sano
De acuerdo a la Asociación Mexicana en Dirección de Recursos Humanos, solamente en la Ciudad de México existen más de 3.5 millones de edificios enfermos por problemas de luz, ventilación y servicios adecuados en los espacios laborales.
Por su parte, la Universidad Nacional Autónoma de México sugiere algunos aspectos a considerar para tratar de mejorar la salud de un edificio. Uno de ellos refiere a la importancia del aprovechamiento de la iluminación natural por los beneficios en la salud de los usuarios.
Otro de los aspectos en los que hay que poner atención tiene que ver con los sistemas de ventilación, pues en ellos se alojan gran parte de los contaminantes que respiramos, así como en los extractores o cajas de aire acondicionado. De ahí la importancia de que reciban un buen mantenimiento para evitar la acumulación de polvo y ácaros que podrían terminar en nuestras vías respiratorias.
Finalmente, cabe mencionar que en cuanto los sistemas de ventilación, las normas vigentes en México no siguen los cánones internacionales y se avanza muy lentamente en su actualización.