La luz ha sido desde la antigüedad un signo trascendente de belleza. En todas las grandes religiones se ha identificado con alguna deidad, sobre todo por su íntima relación con su fuente natural: el sol; Baal entre los semitas, Ra en la cultura egipcia o Ahura Mazda para los persas. Aunque para la cultura hebrea la luz tenía originalmente un sentido más ético, al traducirse al griego el término que se empleo fue «kalós«, el cual identifica»bondad» con «belleza». El Antiguo Testamento comienza con la frase «hágase la luz», agregando que «Dios vio que la luz era buena» (Gé 1:4); más tarde, el Nuevo Testamento cita en palabras de Jesus: «yo soy la luz del mundo, aquel que me siga no andará en las tinieblas, pues tendrá la luz de la vida» (Juan, 8:12).
A partir del Neoplatonismo pero sobre todo durante la Baja Edad Media, en el seno de la filosofía escolástica, surgió la llamada “estética de la luz”, una concepción fundamental para catolicismo que identifica la luz con la «perfección» y el «absoluto». Esta postura tenía tanta aceptación entre los creyentes que rápidamente se reflejó en la arquitectura, con ventanales cada vez más amplios, las iglesias y catedrales buscaban inundar el espacio con más luz, resaltando también la belleza del color, el cual se encontraba repleto de simbolismos; en el rico universo teológico, cada color expresaba una cualidad distinta, humana o divina.
Fue en la arquitectura gótica donde la luz adquirió su máxima expresión, principalmente porque los avances estructurales permitieron construir edificios más altos y diáfanos. Esta verticalidad, junto a muros más ligeros, permitieron la apertura de amplios ventanales que colmaban de luz el interior de los templos; luz física que cobró igualmente una trascendencia metafísica. Precisamente en este estilo arquitectónico resultó de especial relevancia el arte de la vidriería, porque los amplios ventanales podían ser recubiertos con enormes cristales de colores, creando fantásticos juegos de luces fluctuantes en distintas horas del día, con imágenes bíblicas que se reflejaban de forma armónica y didáctica el infinito imaginario del catolicismo.
Aunque la técnica de colorear cristales fue utilizada por primera vez en Egipto y Mesopotamia desde el año 3000 AC, esta técnica comenzó a practicarse regularmente como oficio a partir del año 313 DC, cuando el emperador Constantino permitió a los cristianos practicar su religión abiertamente y construir iglesias basadas en modelos bizantinos. El ejemplo más antiguo de un vitral es una Cabeza de Cristo del siglo X, excavada del Lorsch Abbey en Alemania.
Un vitral es básicamente una composición elaborada con vidrios de colores, pintados o recubiertos con esmaltes, que se ensamblan mediante varillas de plomo. A partir de un diseño previamente dibujado, se hace un gran número de trozos de vidrio que son tintados de color en su propia masa y realzados con trazos de grisalla para ser finalmente unidos con tiras de plomo que delimitan las figuras y aíslan los diferentes colores. La masa de vidrio resultante se encuentra llena de burbujas e impurezas que actúan sobre la luz rompiéndola en mil destellos de color. Esta técnica diluye las figuras con la irradiación de los ventanales, e impone una composición llena en un espacio sin profundidad, y un dibujo preciso con una riqueza de color inigualable.
Con el tiempo el desarrollo de esta técnica se convirtió en uno de los principales medios de expresión artística (sustituyendo el recurso de la pintura mural), la iconografía empleada era cada vez más elaborada y los colores se diversificaron enriqueciendo el amplio campo artístico de los maestros vidrieros. Encontraron todos los matices de azules y un rojo cada vez más intenso, los verdes se multiplicaron y el amarillo adquirió una especial importancia simbólica. En el siglo XIV, se asociaron tres colores (un negro, un marrón y un sepia) con toda una gama de sales de argento, proporcionando así una mayor transparencia y colores más saturados. En el siglo XV los vitrales se enriquecieron con color púrpura (resultado del chapeado de vidrio rojo, azul y sanguínea) y finalmente, las normas de «perspectiva» y «damasco» de la pintura renacentista, se generalizaron también en la vidriería.
Esta es una muestra de los mejores murales que se conservan en algunas catedrales del mundo:
Sainte Chapelle, Francia.
En esta catedral se encuentran quince de las mejores vidrieras del mundo, los cuales presentan detalladas escenas del Antiguo y Nuevo Testamento.
Centro Cultural de Chicago, Estados Unidos
Este Centro Cultural fue diseñado, originalmente, como una biblioteca en 1887, y cuenta con una cúpula de 38 metros de alto, conformada en su totalidad por cristal de Tiffany.
Museo Erawan, Tailandia
El techo de este museo está construido con vitrales occidentales que simula el mapa del mundo con el zodiaco. Sostenido por cuatro columnas en las que se aprecian relieves e historias religiosas que reflejan los principios morales de compasión y paz en el mundo.
Instituto Holandés de Imagen y Sonido
Este instituto es uno de los mayores archivos audiovisuales de Europa. En su interior, un espacio lleno de cubos artificial simboliza los medios de comunicación en la era digital. El exterior, de estética caleidoscópica, cuenta con fotografías de imágenes de televisión de todo el mundo.
Catedral de San Vito, República Checa
Max Svabinsky diseñó este vitral “tríptico” que se encuentra detrás del altar de la Catedral de San Vito. Es una composición que presenta a la Santísima Trinidad con la Virgen María y los santos y soberanos checos. Las tres ventanas fueron diseñadas por este maravilloso artista checo y fueron realizadas por Josef Kricka.
Excelente documento. Gracias.!
Increíble la historia de un material con tanto color que perdura en los suglos
Con que elementos se evalúa un vitral de 100 años con firma de autir