Por Jésica Montes de Oca
Diseñadora y Operadora de Iluminación
En el momento que se abre el telón y se da comienzo a eso que llamamos ‘la función’, todo lo que se vive sobre el escenario son actos de magia creados especialmente para eso que ahí sucede, una historia que se cuenta donde el público enfoca la atención.
Las personas que nos dedicamos a trabajar sobre escenarios antes, alguna vez, ocupamos el rol de espectador sin tener conocimientos de lo que sucede sobre las tablas más allá de lo que se ve desde las butacas. Cuando se rompe esa barrera y se desmitifica el propio acto teatral podemos sorprendernos al descubrir qué es lo que pasa detrás de escena para que la historia se ejecute: cómo funciona todo, por qué se mueve, cómo se ve, cómo se oye y cuántas personas trabajan para que todo eso suceda.
El rol del iluminador es fundamental en una puesta en escena y su formación, experiencia y aporte a la materia es lo que hace la diferencia en su presencia a la hora de un montaje.
Todo comienza conociendo los materiales y sus posibilidades. Como cualquier disciplina y oficio, contamos con herramientas para conseguir lo deseado, pero lo importante es saber para qué sirve cada herramienta y cómo usarla para obtener su mejor rendimento. Dependiendo el uso que le demos a ese objeto y nuestra habilidad para usarlo será la calidad del resultado. No siempre la cantidad de artefactos o la modernidad de éstos hace que un diseño de iluminación sea bueno, muchas veces se puede resolver conceptualmente lo que se quiere transmitir con menos equipo, sólo depende del ingenio a la hora de diseñar.
Dentro de esta categoría de objetos de iluminación nos encontramos desde reflectores y luminarias robóticas hasta las distintas consolas para operalos, pasando por: filtros, accesorios, estructuras, cables, gobos, herramientas, etc. Al trabajar en un espacio teatral intervienen todos los factores del proceso escénico ya que la acción de iluminar sucede en el momento que la luz rebota sobre los diferentes objetos: el vestuario, la escenografía, la utilería y, por supuesto, los actores. Por lo tanto dependiendo el color que traigan de base éstos elementos cambiará de una manera u otra la percepción visual del espectador.
Es de vital importancia en la carrera de un iluminador relacionarse con su equipo de trabajo y con otros iluminadores. Buscar gente que se dedique a lo mismo para intercambiar ideas y conocimentos hace que nos movamos dentro de una red donde todos hablamos el mismo idioma y lo que se genera es que la disciplina crezca.
La investigación y búsqueda constante de influencias ayudan a construirnos y a tomar decisiones, tanto técnicas como estéticas, de lo que como iluminadores se querrá que se vea y la manera en que se quiere que eso se vea. Cuánto más referencias tengamos (que pueden ser de otros iluminadores, directores, fotógrafos, películas, etc.) más fácil será decidir cómo iluminaremos dependiendo los recursos con los que se cuente.
El trabajo de asistente de otros colegas es la manera más efectiva de convivir con un equipo y un espacio de trabajo propicios para aprender, pues por más que no seamos los creadores del diseño de iluminación, se vive así en carne propia todo el proceso creativo de un montaje desde el inicio hasta el final. Es el paso previo casi obligatorio para poder diseñar nuestros propios proyectos.
Sobre un escenario pueden suceder una amplísima gama de eventos de caracter artístico en los que un iluminador deberá trabajar. Cada género cuenta con diferentes necesidades conceptuales, técnicas y estéticas. No se armará un diseño para comedia musical igual que para un ballet, ni para una banda de rock o para un monólogo. La decisión de cómo colocar el equipo, de programar, de elegir la paleta de colores dependerá de lo que esté sucediendo y de lo que se quiera transmitir.
Una vez terminado el trabajo de montaje, llega el momento final de ver el resultado. Esto significa que veremos nuestra grabación de luces u operaremos nuestro show en vivo. De la manera que sea, eso que suceda a partir de la tercera llamada será la conclusión de un proceso de creación en el que hemos estado trabajando durante cierto periodo de tiempo.
En el momento de la función, cuando está corriendo nuestro trabajo y logramos nuevamente esa desconexión entre todo lo que sabemos y conocemos sobre cómo se produce a nivel técnico un espectáculo y lo que estamos viviendo en el ahora. Ese instante mágico donde desembocan nuestra disciplina y muchas otras otras. Ese es el momento de máximo disfrute en esta profesión: cuando producimos esa magia y al verla ejecutarse la vivimos con el mismo entusiasmo de recepción que un espectador.
- Fotos de la obra Freshwater de Virginia Woolf, en la que Jésica Montes de Oca participó como asistente de iluminación. Créditos a Pilar Benítez y Luciana Damiao, imágenes extraídas del portal alternativateatral.com