Por J. Carlos Hernández
Se cuenta que el mexicano Pedro Linares López, creador de los alebrijes, alucinó a estos seres mientras estaba enfermo e inconsciente. Bajo un sueño profundo vio cómo en medio de un bosque, las rocas, los árboles y los animales se amalgamaban creando seres con cuerpos y decorados nunca antes vistos. En la Alameda Central, durante el recorrido de Filux 2015, “Alebrijes” fue una de las instalaciones que mayor participación propició con el público, al menos esa fue la impresión que tuvimos.
Las figuras de más de dos metros, creadas por el Museo de Arte Popular, esta vez contaron con elementos extras: luz y movimiento. Éstas eran manipuladas por voluntarios de tal manera que parecían cobrar vida. Los visitantes pausaban la marcha de lo que simulaba ser un carnaval multicolor para tomarse una foto entre las garras, ancas, aletas, huesos, o lo que fuera que hiciera las veces de extremidad de cada alebrije. “Un abrazo luminoso” para el recuerdo, y las redes sociales.
Niños y niñas en hombros de sus padres avanzaban esquivando las pausas del resto de visitantes. La esquina de López, para cuando llegamos (poco antes de las 9 de la noche) era el tope del avance, de ahí y hasta Eje Central era casi imposible atravesar el bloque de personas que esperaba la proyección en la fachada del Palacio.
Arriba, en el frontispicio: deformaciones de líneas y puntos, texturas luminosos que se desvanecían en segundos, juegos de sombras, y, ante la oscuridad propiciada intencionalmente, la cantidad de luz arrojada a la cara del Palacio parecía mayor. Luz que se contraía y extendía según los tejidos lumínicos proyectados, y sacados del imaginario de Lazlo, artista totalmente accesible como pudimos apreciar en el Foro Internacional de la Luz, y en una entrevista previa que nos concedió. Abajo, algunos espectadores observaban la función a través de sus “teléfonos inteligentes”, ironía cada vez más persistente. Poco después de cinco minutos terminó la proyección y el conteo para la siguiente inició.
Para evitar la concentración de Bellas Artes, avanzamos sobre López y dimos vuelta en Independencia, que al cruzar el Eje se convierte en 16 de Septiembre, auguramos que gracias al recorrido conoceríamos ciertos espacios y detalles del Centro Histórico. La iluminación de la calle estaba teñida de color naranja debido a los filtros utilizados como señalización de la ruta Filux.
Cruzando Palma, cerca de la plancha del Zócalo, “Pez rape” del Instituto Politécnico Nacional y parte de la convocatoria abierta de Filux e Iluminet, iluminaba las fachadas de los comercios cercanos. Amablemente Yazmín Villagrán, responsable del proyecto, activó los movimientos del pez: los ojos iban de izquierda a derecha, y de vez en cuando bajaban los párpados, como guiños. La boca bordeada con dientes filosos abría y cerraba torpemente con bocanadas de luz colorida. Las fotos no faltaron.
En la plancha del Zócalo “Los lumineoles” volaban teniendo de fondo a Palacio Nacional. Dos enormes globos que cambiaban de color mientras eran jalados por chicas vestidas de blanco: ninfas corriendo en círculos para dar movimiento a los globos alados: “Llevados por el viento” (Porté par le ven). Las personas se acercaban a ver a los que llamaban pájaros, o “como murciélagos inflados”, como atinó a decir una voz entre el cúmulo de personas, y que en realidad eran “Ajolotes de luz”, como se explica en la página del festival.
Avanzamos unos pasos hacia el Centro Cultural del México Contemporáneo (sitio desconocido para algunos de nosotros) donde estaban los 60 paneles que conformaban “Toreros de Luz” de Jean-Pierre Formica. 60 toreros en distintas posturas típicas de la tauromaquia que resaltaban, en medio de una parcial oscuridad, alrededor del patio por una luz plata desprendida del material con que fueron trazadas las figuras. Estáticas, como cualquier otra muestra pictórica; los paneles pudieron ausentarse del Filux, a no ser por la mitad de su título (“de luz”) y el material “brilloso“ utilizado para su creación.
Caminamos sobre Belisario Dominguez hasta el callejón de Héroes del 57. Ahí, en la esquina todavía de Belisario, en la fachada del edificio con número 13, había una serie de crisálidas y un grillo suspendidos en posición ascendente con una luz verde del tono que tiene la nieve de limón, la instalación era de Raúl Rosas: “Metamorfósis”. Y al doblar sobre el callejón, lo primero visible eran las siluetas de “Seres de luz”, que resaltaban los balcones del edificio donde colgaban, y al que daban mayor presencia y luz en contraste con la acera contraria, donde los puestos de comida y golosinas predominaban como si fuera una verbena. Ambas instalaciones eran parte de la convocatoria de Filux e Iluminet.
Avanzamos hacia República de Cuba, y la fiesta que se respira en esa calle nos guiñó el ojo por un momento, pero el cansancio ganó la batalla, pasamos de largo hasta el callejón Condesa, antes de llegar a la Plaza Tolsá, donde estaba otra instalación de la convocatoria: “Eclipse Urbano”, bastante abandonada y maltrecha por cierto, no supimos si el mal clima hizo estragos o la prisa del montaje le dio esa apariencia. No pudimos apreciarlo del todo bien, aunque supusimos su buena intención al ver el círculo negro rodeado por una tira de LED que simulaba el anillo que forma el sol tras la luna en un eclipse real.
Seguimos avanzando sobre el mismo callejón hasta 5 de mayo, la media noche tan próxima (11:30 más o menos), el cansancio y la posibilidad de encontrarlos cerrados, nos hizo desistir de buscar el resto de las instalaciones, pero el domingo volvimos a complementar el recorrido.
Lee la segunda parte aquí.