Encontramos a Gerd Pfarré en el contexto del IEDLuce 2014 que se celebró el 3 de febrero de 2014 y se trata de una cita anual que reúne a fabricantes, profesionales e interesados en el sector de la iluminación a través de diferentes ponencias y expositores. Gerd Pferré ha venido a presentar su proyecto del Palacio de los Foros Internacionales en Uzbekistán.
Gerd se presenta con un pañuelo, obra de un arquitecto amigo suyo, que los hace por hobby, dice mientras lo muestra orgulloso, camisa blanca y pantalón oscuro. Pelo blanco y gafas de pasta transparente… todo muy “luminoso”. Gerd Pfarré habla con voz suave un inglés con poco acento (alemán) y es una persona cercana y con la que resulta fácil entablar una conversación.
Iluminet: ¿Habías estado antes en Madrid?
Gerd Pfarré: Sólo una vez… una vida nocturna impresionante -dice mientras sonríe y nos guiña un ojo.
I: ¿Qué piensa de la iluminación nocturna en las ciudades?
GP: Creo que es muy fácil encontrar ejemplos de mal uso de la iluminación. Hoy en día se iluminan muchos edificios, pero en muchos casos sólo se consigue deslumbrar al transeúnte. Hay una auténtica falta de sensibilidad a la hora de colocar las luces, y sólo consiguen destruir el entorno con el exceso de iluminación.
Puedes ver plazas y edificios maravillosos de día que nunca reconocerías de noche, por lo mal iluminados que están, por la falta de comprensión tanto de la luz como de la arquitectura a la hora de iluminarlos.
I: Sabemos que la profesión está luchando duro por establecerse como algo a tener en cuenta a la hora de resolver la arquitectura visual y funcionalmente. Pero al final el público puede llegar a tener la sensación de que todo se basa en el dinero: si no hay mucho dinero, no hay buena iluminación. ¿Es cierto eso? ¿A más dinero mejores resultados en iluminación?
GP: En absoluto. Puede que en algunos casos en arquitectura sí sea cierto, que con más presupuesto puedes construir edificios más interesantes, pero en diseño de iluminación, yo diría que -en general- menos es más.
El problema es que si tu vecino utiliza tanta energía que te hace desaparecer, te ves obligado a utilizar más para ser visto. Pero si piensas cuidadosamente dónde poner las luces para minimizar el deslumbramiento, para resaltar la arquitectura y la funcionalidad, no sólo ahorrarás mucha energía sino que también ahorrarás mucho dinero.
Si miras las imágenes nocturnas de satélite donde se ve la polución lumínica, te das cuenta de que hay mucho trabajo por hacer. Al final se trata de crear espacios nocturnos, en los que sentirse cómodos, que invitan a pasear y que son seguros. Crear esos espacios es bueno para los negocios, para los restaurantes y bueno para la gente.
Una buena zona para experimentar estas sensaciones es abordar proyectos en las afueras de las ciudades, donde no hay tanta iluminación, y cuando se tiene en cuenta el entorno, se puede ahorrar mucha, mucha energía y aún así cumplir los objetivos de un buen diseño de iluminación.
Pero los culpables de la polución lumínica, que colocan pantallas en las ventanas con una potencia tal que se podrían freír huevos en ellas, que con la potencia que consumen se podría iluminar todo el edificio, no muestran ningún respeto por la gente, por la arquitectura ni, por supuesto, por la iluminación.
I: Una cosa que se podría decir con respecto a la iluminación es que en muchas ocasiones no eres consciente de que no está -porque es normal pasear bajo la sombra de edificios oscuros- pero en seguida te das cuenta cuando un edificio está bien iluminado. En cuanto lo ves algo dentro de ti dice “¡qué bonito!”. La luz es lo que nos permite rescatar el alma de la ciudad, destacar qué aspecto de la ciudad queremos que la gente recuerde.
GP: Estoy de acuerdo. Por eso es importante que el diseño de la iluminación no convierta el edificio en algo que no es. Todos los edificios tienen una cara de día. Así que hay que pensar bien qué vas a hacer con el edificio cuando sea de noche, para no convertirlo en algo que no es. Sólo puedes resaltar lo que ya está allí, aunque naturalmente parecerá algo diferente, pero hay que ser respetuoso con la arquitectura. Evitar esas fachadas que parece que te han puesto una linterna en la cara, que parece que les han colocado una máscara por las noches y están irreconocibles. Es importante reconocer la esencia de un edificio a la hora de iluminarlo, y tratarlo con respeto, ya sea un edificio clásico o un edificio contemporáneo.
I: Entonces creo que estarás también de acuerdo en que escuelas como la Instituto Europeo del Diseño son cruciales en el desarrollo de nuevos profesionales.
GP: ¡Por supuesto! ¡Necesitamos mucha más gente que salga de estas escuelas! Si lo comparas con los arquitectos que se licencian cada año, es ridícula la cantidad de diseñadores de iluminación que se gradúan cada año. En Alemania hay cien mil arquitectos. ¿Quién va a necesitar que se construyan tantas casas? Por eso la profesión de diseñador de iluminación no hace más que progresar año tras año.
I: ¿Cómo te convertiste en diseñador de iluminación profesional?
GP: La historia comienza de una forma que nunca imaginarías. Yo tocaba la batería, y tenía un grupo en el sótano de la casa de mis padres. Así que cuando no estaba tocando, me ponía a jugar con las luces, para iluminar mi batería y hacerle fotos (¡se veía tan impresionante!), era plateada y tenía los parches transparentes. Y yo ponía un paño oscuro por detrás para que contrastara más. Si miro hacia atrás, me doy cuenta de que ese es el primer momento en que empecé a jugar con luces y fotografía. Y buscaba la forma de colocar las luces para que no tuviera reflejos directos en la cámara… ¡qué maravilla!
Pero no seguí con ello conscientemente. Empecé a formarme como carpintero de armarios, y aunque aprendí la forma de construir cosas con mis manos, en seguida tuve claro que no quería dedicarme a ello.
Con mis conocimientos de carpintería y mi intuición para los espacios empecé a trabajar para particulares diseñando el interior de apartamentos, bares, etc. como freelance. Así fue como encargué mi primera luminaria a medida, a unos colaboradores que hacían cosas con metal, porque no encontraba el que quería para un baño.
Sin embargo el negocio no iba demasiado bien, y sabía que tenía que hacer algo al respecto.
Descubrí por accidente que Ingo Maurer estaba en la ciudad y pensé ir a trabajar con él durante un par de semanas para ganar algo de dinero en un taller, pero me encontré con lo que ellos llamaban (y siguen utilizando hoy) “Designery”: un gran espacio vacío donde experimentar. Ahora se llama Departamento de diseño, pero en aquella época no existía tal nombre; allí se aprendía juntando objetos y viendo como la luz y las sombras se relacionaban.
Las dos semanas se convirtieron en tres años, desarrollamos el sistema YaYaHo, de bajo voltaje que fue un gran éxito y al mismo tiempo una pesadilla, porque trabajé en tres años el equivalente a seis años. Así que acabé harto.
Me fui a América del Sur a tomarme un tiempo de descanso. Después volví a Europa a trabajar en Milán y en Berlín, hasta que me llegó una nueva oferta de Ingo Maurer para ocuparme del proyecto de una oficina, allá por 1989 -justo antes de la caída del Muro de Berlín-, así que a falta de mejores ofertas, acepté y estuve con Maurer diez años más haciendo proyectos.
Al principio estaba también implicado en el desarrollo de productos, pero utilizábamos un sistema de ensayo y error, diseñando el embalaje, las instrucciones de montaje,… todo. Allí me dediqué a ocuparme de proyectos por todo el mundo, hasta que en 1998 abrí mi propio estudio.
Y esa es básicamente mi historia.
I: Y supongo que el mundo es ahora tu mercado y buscas proyectos en todas partes.
GP: En realidad, los proyectos nos buscan a nosotros. Nos tomamos cada proyecto como un reto y nos llegan algunas sorpresas inesperadas en las que podemos abordar los proyectos de una manera innovadora que nunca hemos hecho antes.
I: ¿En cuántos proyectos trabajáis a la vez?
GP: Eso depende del tamaño del proyecto. Pero entre cinco/seis y doce. Residencias particulares o tiendas y edificios completos.
i: Normalmente te contacta el arquitecto o el cliente final.
GP: Ambos. Algunas veces el arquitecto y otras el cliente final. Por ejemplo, un cliente final organizó un concurso con nosotros y otros dos diseñadores. Así que hicimos un diseño inicial, un bosquejo de cómo sería nuestra propuesta de iluminación y enviamos el presupuesto más caro, y aún así nos llevamos el trabajo.
En este sentido es realmente satisfactorio, porque lo que le importaba al cliente fue el resultado, no el precio. Podría haberlo hecho más barato, pero no habría obtenido el mismo resultado.
Pero a lo largo del año muchos paisajistas o arquitectos nos contactan para que participemos en concursos. Pero no lo hacemos si en la convocatoria hay más de diez o doce concursantes. Somos demasiado pequeños para concursos masivos, ya que preparar todo el material cuesta tiempo y dinero. Y preferimos invertir los recursos en competiciones donde realmente se valore nuestra propuesta.
Por eso me gustan los concursos. Porque en ese caso es el mejor diseño el que se lleva el trabajo, y está todo definido de antemano y el presupuesto contempla exactamente lo que se pide. Sabes que no vas a tener sorpresas.
I: ¿Qué edificio o monumento señalarías como la mejor iluminación?
GP: ¡Caramba! Esa es una buena pregunta… vienen muchos a mi cabeza, pero sin duda, por ejemplo, la Gran Mezquita de Abu Dhabi (http://www.szgmc.ae/en/gallery.php#ad-image-14) es uno de los mejores ejemplos que puedas encontrar.
Otro sin duda es The Rookery en Chicago. Uno de los mejores trabajos que he visto en años.
I: Anteriormente dijiste “Menos es más” así que voy a darle la vuelta y a decir “Demasiado es lo peor”, ¿no?
GP: Desde luego, a veces son auténticas agresiones. Es malo para el edificio, malo para la ciudad e incluso malo para la gente que vive ahí.
Pero lo más ridículo es que, además, sigues teniendo iluminación pública. Hay un enorme trabajo a realizar para conseguir esa asociación entre lo público y lo privado. Una empresa podría decir: he iluminado mi edificio, así que no es necesario que se enciendan las luminarias de la calle porque la luz reflejada sirve perfectamente a ese propósito también. A cambio la ciudad podría darle un descuento en su factura o en los impuestos, por contribuir a la ciudad.
Está claro que no es sencillo, y que hace falta mucha coordinación, pero ya hay algunos ejemplos y la gente está dedicando tiempo a este tema. Porque es estúpido estar duplicando esfuerzos y gastando recursos, fondos y … energía (nunca mejor dicho).
I: ¿Qué le dirías a la gente que lee nuestra web?
GP: A los lectores de Iluminet les digo que sigan pegando fuerte. Hay mucha demanda, y especialmente quiero que llegue este mensaje a la gente de América Central y del Sur, donde somos muy pocos. En Europa estamos trabajado muy duro para establecernos y ellos van a tener que trabajar más aún en educar a los clientes, y no quiero que suene arrogante, sino que lo digo como partner. ¿Quieres hacer algo con la iluminación? ¡Pregunta a un profesional!
Recuerdo un eslógan que todo el mundo debería tener presente: “Si crees que contratar a un profesional es caro, espera a ver por cuánto te sale contratar a un aficionado”
I: Pues muchas gracias, Gerd, por atendernos y esperamos seguir en contacto.
GP: Muchas gracias a vosotros y ¡hasta pronto!
Por Alfonso Tejedor, Madrid