“Y brillará el noble edificio al que atraviesa la nueva luz»: Iluminación gótica

El gótico consideró a la luz como “el más noble de los fenómenos naturales, el que más se acerca a la forma pura y al principio creativo de todo”

Imagen: Hanna Wilson

Por: Paulina Marín

Poco antes de los acontecimientos en Paris habíamos decidido que sería interesante analizar los primeros ejercicios de “diseño de iluminación” en la historia de la humanidad. Si bien, desde los inicios de la civilización ya existían prácticas con la luz natural en templos y observatorios, no sería hasta la Edad Media cuando nació la reflexión sobre la capacidad de la luz no solo para alumbrar, si no como una herramienta capaz de influir en el espacio y en la percepción anímica de las personas.

Sería aventurado afirmar que estos arquitectos medievales hayan sido los primeros diseñadores de iluminación, no obstante, al reconocer las razones que los llevaron a diseñar la iluminación de estas catedrales, podremos ver que hay grandes similitudes entre ambos oficios.

¿Por qué digo esto? Una de las características de los diseñadores de iluminación es que buscan generar una atmósfera específica respecto al espacio y es justamente lo que sucedió en la abadía de Saint Denis por allá del siglo XIII gracias a un abad llamado Suger.

Antes que nada, debemos ser capaces de percibir a la Edad Media con otros ojos, no con la idea errónea de que fue un periodo oscuro o en retroceso, solo fue con un enfoque hacia el aspecto religioso, imposible de comprender si lo vemos con los ojos del siglo XXI.

Antes de materializarse en piedra y cantera, la arquitectura gótica tuvo su origen en un cambio de pensamiento sobre el cristianismo, la naturaleza y la idea de belleza. Su interpretación consideraba la idea de Dios como una luminosidad omnipotente o un sol invisible que se vierte sobre la humanidad y sumerge a la materia física para ser purificada. En este sentido, no estaba mal que el hombre interpretara el mundo a través de sus sentidos, ya que su capacidad sensorial debía servirle para admirar la trascendencia divina a través de su realidad física y visible de la luz. Por lo tanto, estos nuevos espacios debían diseñarse para que la luz pudiera generar sensaciones específicas en la gente, en este caso una catarsis de reflexión respecto a su espiritualidad. El propio abad lo expresa de la siguiente manera:

[…] creo encontrarme en alguna extraña región del universo que no existe en absoluto, ni en la faz de la tierra, ni en la pureza del cielo, y creo poder, por la gracia de Dios, ser transportado de este mundo inferior a ese mundo superior de un modo anagógico (interpretación que va de lo literal a lo espiritual).

Toda esta doctrina teológica vino a materializarse en una arquitectura más flexible en comparación al previo estilo románico. El empleo de nervaduras en lugar de pesadas bóvedas de cañón, muros más estilizados respecto a los gruesos muros de piedra; el uso de la verticalidad frente a los diseños horizontales y principalmente la instalación de coloridas y traslúcidas vidreras. Todo con la intención pedagógica de educar el catecismo de manera visual al pueblo (casi en su totalidad analfabeta) através de la experiencia lumínica y espiritual de los vitrales.

Y aunque las vidrieras multicolor tienen su origen desde la antigüedad clásica, su uso no era frecuente ya que previo al gótico, en el estilo románico, la necesidad de la luz se enfocaba exclusivamente en su función práctica, ya sea para leer los evangelios en misa o apreciar las obras de arte sacro que había en el interior de estos recintos.

De esta manera, la propuesta arquitectónica del abad Suger, marcó un estilo que se replicaría por toda Francia siendo las más destacables la abadía la de Saint-Denis, la catedral de Chartres, Notre Dame o Saint Chapelle.

Como ya se mencionó, la luz era el medio de comunicación entre los feligreses y Dios, por lo que el conmutador venían siendo las altas vidrieras adornadas con escenas bíblicas llenas de color, así como los rosetones, aquellas enormes ventanas de forma circular, mismas que, a partir del siglo XII, fueron aumentando de tamaño y complejidad y se le ha atribuido un doble significado, la forma de una rosa como símbolo de la virgen María y el otro que sugiere unos rayos de sol como representación de Cristo.

Imagen: Tu nueva información

Respecto a la abadía de Saint Denis o la catedral de Chartres, una de las características que más se destaca es el color azul cobalto que inunda todo el espacio durante el amanecer, ya sea con la intención de emular el firmamento o el recordatorio de los colores representativos de la monarquía francesa. Y aunque las catedrales de Saint Denis o Chartres poseen unas impresionantes piezas tanto simbólica como materialmente, serían las de Saint Chapelle o Notre Dame las que llevaron a la cúspide el trabajo de los artesanos del vidrio.

A pesar de contar solo con una nave, al ingresar a Saint Chapelle, se entra a un caleidoscopio al desplegarse un espectáculo de luz. Cuenta con 15 vidrieras de casi 15 metros de altura, donde se encuentran plasmadas 1113 escenas bíblicas y de igual forma, la historia de cómo las reliquias santas que una vez se alojaron aquí se dirigieron a París.

Otro ejemplo serían los rosetones de Notre Dame, uno de ellos ubicado al norte del edificio, presenta en el centro a María y el Niño. En él predomina el color morado como símbolo de la segunda venida del Mesías, así como la representación de varios profetas, reyes, jueces y sumos sacerdotes. Por otro lado, el rosetón sur, donde predomina el color rojo, lo constituyen veinticuatro medallones repartidos en cuatro círculos donde se encuentran apóstoles, mártires, obispos así como escenas del Antiguo Testamento. Por desgracia, al estar tan elevados, es poco frecuente que se puedan apreciar a detalle todos sus elementos.

Sin duda, la contemplación de estas piezas nos presenta una de las manifestaciones artísticas más bellas que se pueden realizar en conjunto con la luz natural. Sin embargo hay que recalcar una vez más que el concepto de belleza medieval dista mucho del actual. Si bien, puede ser similar el sentimiento de impresión frente a esta iluminación, para la gente del siglo XII, la belleza no era un valor independiente de los demás sino el reflejo directo de la “verdad única” y al hecho de que todas las cosas tienen su origen en lo Divino, basados principalmente en la corriente platónica del medievo que mencionaba que “la luz es el más noble de los fenómenos naturales, el menos material, el que más se acerca a la forma pura, al principio creativo de todas las cosas” y por lo tanto, estas manifestaciones en vidrio eran un pequeño acercamiento a esa luz perfecta.

REFERENCIAS

– Medina del Río, Juan Manuel, La luz gótica, paisaje religioso y arquitectónico de la época de las catedrales, 2013
– The Dazzling Stained Glass Windows of Saint-Chapelle, 2018
– González Vicario, Ma. Teresa, et. al, Historia del arte en la Baja Edad Media, 2010

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