Por Mª Cruz Blanco Velasco
A veces es preciso cerrar los ojos para empezar a ver la realidad. Cuando oímos este tipo de expresiones siempre y de modo inevitable olvidamos pensar que no todas las personas utilizan todas sus capacidades y sentidos al mismo tiempo y durante todas las etapas de su vida. A menudo hemos oído hablar de personas ciegas, con cataratas, o con miopía… pero es difícil, si nos preguntan al respecto, definir cómo es la visión en cada una de estas circunstancias. Incluso nos cuesta definir si es o no una discapacidad la pérdida o alteración de la visión y poder dirigirnos a la persona que la vive en términos adecuados.
Es muy recurrente pensar que las personas ciegas jamás han visto e imaginar multitud de situaciones en las que alguien con discapacidad visual aguda, o ceguera, no podría desenvolverse con facilidad en nuestro entorno. Lo que nos lleva a un reduccionismo extremo, ya que quizás el caso más difícil y, por qué no decirlo, más controversial sea el no ver nada, existe multitud de gradientes previos y diferentes que se engloban en la discapacidad visual. En esta variedad de situaciones hay personas que pueden ver la realidad que nos acontece de modos muy distintos: en ocasiones sólo utilizan el perímetro de la pupila, en otras sólo la pupila, en otras es sólo un cambio de luces, de volúmenes o de formas, o un daltonismo… Podríamos poner nombres médicos a todo lo citado y a infinitos casos más, diagnosticados o no, pero no se trata de catalogar sino de comprender en estas líneas de qué hablamos cuando nos referimos a personas con discapacidad visual.
Lo cierto es que todos en un momento de nuestra existencia vemos disminuida o alterada, de uno u otro modo, nuestra capacidad de ver el entorno que nos rodea. Tanto es así que un alto porcentaje de la población usa lentes que corrigen una ligera o compleja discapacidad que les permite realizar una vida normal, pero no consideran que ello sea una alteración de la normalidad, porque no lo es, simplemente un modo diferente de adaptarse al entorno. En este caso estamos hablando de ayudas técnicas o productos de apoyo, que tal y como su nombre indica mejoran la calidad de vida de quien las usa. En igualdad de condiciones, hay personas que usan un bastón blanco para deambular por la ciudad, o bien un perro guía, así como otras usan un acompañante para caminar con tranquilidad y seguridad, pero lo cierto es que todas estas situaciones van encaminadas a garantizar la autonomía y el bienestar de la persona.
¿Significa ello que con estas medidas o ayudas es suficiente, o acaso los diseñadores de la urbe pueden mejorar las circunstancias y evitar el uso de algunos de estos productos de apoyo?
Pues la respuesta es sencilla, la ciudad actual está muy necesitada de mejoras que la hagan accesible desde el punto de vista de la discapacidad visual. Es cierto que un ciego no podría ver tal y como lo estamos imaginando en este instante, haciendo uso de sus ojos, pero sí podrá ver con los 4 sentidos restantes. Por sorprendente que parezca hay personas que debido a no tener el sentido de la vista, desarrollan extraordinariamente una capacidad y sensibilidad óptima para medir la velocidad del viento, percibir sonidos a menores decibelios o detectar con el tacto, de manos y pies, cualquier indicación que se les quiera dar. No quiere decir esto que hablamos de personas con superpoderes, como comúnmente se suele pensar en estos casos, sino de sensibilidad para detectar otro tipo de señales. Es por ello que se ubican en el pavimento señalamientos o encaminamientos contrastados cromáticamente con el entorno y con texturas diferenciadas, además diferenciadas en varias categorías.
A menudo esta cuestión suele sorprender bastante, ya que no tenemos la costumbre de cerrar los ojos cuando salimos al cine o de bares, o cuando caminamos hacia una oficina bancaria o a la universidad, pero si lo hiciéramos tal vez nos daríamos cuenta de que somos capaces de oír sonidos que no sabíamos que existían o palpar con nuestros pies marcas del pavimento que ni siquiera conocíamos con la mirada.
Y aún sabiendo estas indicaciones, muchas personas se preguntarán por qué esas marcas y esas bandas que aparecen contrastadas cromáticamente son para los “ciegos”: pues porque está mal entendido, están diseñadas para personas con discapacidad visual, y en este caso hablamos de otras situaciones en las que sí se ve, pero poco y con dificultad, donde es vital el contraste cromático, la diferenciación de volúmenes y los deslumbramientos o reflejos. Literalmente con la iluminación que diseñamos para un entorno estamos condicionando la vida y el deambular de las personas que lo vayan a recorrer, palpar, disfrutar o utilizar.
Sin duda, unas luminarias ubicadas en la vía pública que produzcan destellos a la altura de la línea de visión producirán serios problemas a aquellas personas que sufran cataratas, ya que su propio ojo ya crea esos destellos en situaciones «favorables» de iluminación, con lo cual en estos casos tan negativos, básicamente, se habrá provocado una ceguera inmediata que los llevará a un posible accidente y miedo posterior a la calle.
Buen documento. Gracias como siempre Iluminet.