
La luz, una vela, lámpara o antorcha han simbolizado desde hace miles de años el acto de disipar las tinieblas del camino. La luz fue un elemento fundamental para que la humanidad pudiera desenvolverse en su entorno primitivo. El día implicaba vida, sabiduría, pues al acceder a una fuente de luz se tenía la certidumbre de lo que había alrededor y así las desiciones eran potencialmente más seguras. Por otro lado, la oscuridad implicaba peligro, ignorancia al no ver con claridad lo que pudiera ocultarse en ella.
Esta dicotomía tan empírica en un principio fue evolucionando como parte de un complejo sistema de símbolos en los que todo aquello relacionado con la luz implicaría un sentido de verdad, mientras que su contraparte, se relacionaría con la ignorancia y con situaciones que no eran comprensibles hasta que llegase un poco de luz para aclararlo.
De este modo, diversas ceremonias religiosas alrededor del mundo buscaron interpretar la manera en cómo se percibe y entiende la luz através de rituales donde se pudiera traducir la idea más abstracta de la iluminación en algo tangible para aquellos que lo practican u observan al usar de por medio antorchas, candelabros, velas, lámparas y demás.




En las corrientes orientales, como el budismo o el hinduismo, el símbolo de las ofrendas de luz tiende a relacionarse con el momento en que Siddartha logra el estado de iluminación, convirtiéndose en un Buda tras “encender la lámpara de la Sabiduría en su corazón”. En algunas ceremonias del sudeste asiático se acostumbra instalar treinta y siete velas en un altar, que simbolizan las prácticas que conducen a la Iluminación, y en el curso de la ceremonia se enciende cada una de ellas a partir de una vela central más grande, la cual simboliza al Buda (quien comparte su sabiduría).
De igual forma, la festividad de Magha Puja en Tailandia, que conmemora el sermón de Buda tras alcanzar la iluminación o el Diwali o Festival de las Luces en India como parte de la celebración de año nuevo donde se abren las puertas de las casas con una lámpara o vela para pedir abundancia en todo el año como símbolo de la “necesidad del hombre de avanzar hacia la luz de la Verdad desde la ignorancia”.
En cuanto a las doctrinas cristianas se puede observar el uso de fuentes de iluminación como parte de los sacramentos o en las festividades de su calendario litúrgico, mismas donde el significado de un cirio o una hoguera se interpreta como purificación, búsqueda de paz o liberación.
Durante el bautismo, los padres sostienen una vela para “alumbrar el camino hacia la luz” de su hijo; en el día de todos los Santos en muchos países se acostumbra encender velas y lámparas para que las almas no se pierdan en la oscuridad o durante la noche de San Juan, se encienden grandes hogueras como recuerdo del nacimiento de este santo.
Cabe decir que esta costumbre se remonta a festividades paganas para celebrar el solsticio de verano como el Litha germano, Alban Heruin para los celtas e incluso la fiesta de Apolo para los antiguos griegos, todas con fogatas para representar un proceso de renovación tanto del sol, la tierra así como de uno mismo.




Existe una larga lista de celebraciones religiosas que involucran la acción de encender una luz como símbolo de crecimiento espiritual. El Navratri hindú, la Janucá judía, Fetes des Lumieres en Francia, el Loi Krathong en Tailandia, la Chaharshanbe Suri en Irán, entre muchas otras. La lista se extiende por lo que hablar de cada una es prácticamente imposible pues como ya se mencionó cada cultura se apropió del concepto de iluminación para darle sentido a su crecimiento como sociedad incluso más allá de la religión.
En gran medida gracias a la tecnología, la emisión de luz tiene mayor capacidad de control. Se logró superar la necesidad rudimentaria de alumbrar para solo ver, pues actualmente la luz se moldea y personaliza. Ya no hay un temor místico a la oscuridad ahora se juega con las sombras. Faltaría preguntarse si este avance, que sin duda nos ha llevado a vivir mejor como sociedad también se ha logrado al interior de uno mismo en respuesta a lo que nuestros ancestros buscaban al tratar de comprender el fenómeno de iluminación.
FUENTES
Vallverdú, Jaime, Antropología simbólica: teoría y etnografía sobre religión, simbolismo y ritual
Ries, Julien, El símbolo sagrado