“Contra toda opinión, no son los pintores sino los espectadores (y los iluminadores) quienes hacen los cuadros” (Marcel Duchamp)
La iluminación en los museos es en sí misma un arte. Debe simultáneamente mostrar los objetos de manera óptima y proteger el posible daño de la luz sobre las obras. La infinita posibilidad de iluminación condiciona el resultado final de la obra y por lo tanto, la específica percepción del espectador; para ello la luz es elegida, medida, dirigida, degradada y polarizada con el fin de conseguir el efecto deseado, según la especificidad de la obra y el contexto en que se encuentre. La luz no sólo hace visibles las obras de arte, sino que también puede dañarlas irreversiblemente; hace más de un siglo los científicos Abney y Russell demostraron la capacidad de la luz para alterar el estado de las obras de arte, constituidas parcial o totalmente por materiales orgánicos. La luz, ya sea natural o artificial, lleva asociada una energía capaz de desencadenar reacciones químicas que modifican las propiedades físicas de muchos materiales y propician condiciones ambientales desfavorables para su conservación.
Para preservar las obras de arte frente a la luz, se deben controlar los siguientes factores: Eliminar los componentes espectrales dañinos asociados a la luz (UV, IR) que no inciden en el proceso de la visión. No sobrepasar los niveles de iluminación recomendables por el Consejo Internacional de Museos (ICOM): 50 lux en objetivos sensibles y de hasta 200 lux en los moderadamente sensibles. Regular el flujo de los sistemas de iluminación, de modo que resulte sencillo el control. Y por último, establecer el tiempo de exposición, ya que los efectos fotoquímicos son acumulativos, por lo que el nivel de iluminación y el tiempo de exposición se relacionan inversamente, de forma que cuanto mayor sea la iluminación menor ha de ser el tiempo de exposición y viceversa.
En Osram, ingenieros y científicos de varios sectores se han reunido para generar el concepto de un nuevo producto de iluminación para museos que está siendo implementado por primera vez en el Lenbachhaus Municipal Gallery de Munich. El trabajo entre expertos en LEDs, conservadores de arte y décadas de experiencia en medidas fotométricas y construcción de luminarias, tuvo como resultado un novedoso sistema para proyectos de renovación museográfica.
El presente concepto de instalación se basa en una idea del artista en iluminación Dietmar Tanterl, idea que deriva de un descubrimiento del propio Wassily Kandinsky, quien acostumbraba pintar por la mañana, pero de manera habitual observaba a medio día el proceso de su obra para ver cómo aparecían los colores al punto del cenit. Para el específico proyecto de Osram especialistas de Munich implementaron esta misma idea combinando cinco distintos tipos de LEDs generando una luz uniforme, similar a la luz solar del mediodía. Aunque la idea de hecho no es nueva, la solución que se realizó en el Lenbachhaus eleva este concepto a otro nivel; ya que el suplemento de “luz natural” fue instalado en los pisos superiores del edificio, justo debajo de los tragaluces, generando el mismo efecto lumínico que se aprecia de manera natural, iluminando primero directamente el cobertizo, y después indirectamente las salas de exposición.
Basado en la idea de Tanterl, los ajustes flexibles se pueden establecer entre la “luz roja de la mañana” o luz blanca cálida (3000 Kelvin ) y la “luz del mediodía” o blanco frío (6000 Kelvin), ambas con la posibilidad de atenuarse. La mezcla de luz fue programada para lograr un índice de reproducción de color (CRI) mayor de 95 y menor a 100. En comparación, una lámpara fluorescente estándar para aplicaciones de oficina alcanza un índice de alrededor de 80, y las lámparas halógenas de 100 – a pesar de que ambos no sean ajustable en términos de temperatura de color. Esta nueva tecnología se utiliza en función de la específica sala dentro del museo, con tres luminarias distintas: Cove, Spotlight y Shed.
El mayor reto de este trabajo fue mezclar la luz y coloración de los LEDs, especialmente dentro de los focos. «Para una mezcla como esta se necesita normalmente un sistema óptico más grande», explicó Julius Muschaweck, director del equipo de desarrollo de óptica de Osram en Augsburgo. «…pero la luminaria en el Lenbachhaus tenía que ser, hasta donde fuese posible, similar a un filigrana. Para ello hemos logrado instalar componentes pequeños con alrededor de 60.000 lentes en un disco difusor con un diámetro de 14 cm, permitiendo que irradie en dirección a las obras de arte en perfecta armonía».
Además de asegurar una completa experiencia estética, la iluminación del museo se centró principalmente en la protección de las obras. El envejecimiento de las obras no depende tanto del método de generación de luz (lámpara incandescente, fluorescente o LED), pero sí del espectro de color y el tiempo de exposición. Asimismo las temperaturas de color frías son más dañinas que las cálidas para la mayoría de los materiales, de modo que el potencial de daño viene más en relación a la radiación UV invisible; razón por la cual la luz solar sin filtrar es la fuente más perjudicial para el arte. La solución de iluminación instalada en el Lenbachhaus no genera radiación ultravioleta, además de que las opciones de control flexible permiten ajustar la calidez de la luz a “blancos cálidos” si es necesario. Teniendo esto en cuenta los desarrolladores de LEDs en Regensburg de Osram fueron muy específicos en evitar el daño del material de las obras, con temperaturas de color más bajas que las lámparas incandescentes y más altas que las lámparas fluorescentes y la luz del día.