Lámpara energizada por… ¡tomates!

Esto es ingenio. La estudiante israelí de diseño, Sigal Shapiro, ideó una lámpara que se ilumina gracias a la acidez del tomate.

El método de funcionamiento es bastante sencillo: a una docena de tomates se les han introducido dos metales —cobre y zinc—, gracias a los cuales se produce una reacción química favorecida por los ácidos del fruto. Los tomates ejercen de baterías de una lamparita que está recubierta de oro para así lograr una óptima conducción e iluminar un LED.

El diseño lleva el nombre de Still Light, un juego de palabras que procede de la voz en inglés Still Life, que significa naturaleza muerta y sirve para designar a los bodegones. «La parábola viene a ser ‘capturando la vida de algo que va a morir’, y en este caso, capturamos la energía de algo perecedero, pues el tomate se pudre y deja de servir en el plazo de dos semanas», ha explicado Ezri Tarazi, jefe del programa d-Vision para jóvenes talentos del diseño en Israel, al que pertenece Sigal Shapiro.

«No se trata de alta tecnología, sino que nos basamos en las pruebas que todo niño de secundaria realiza en el laboratorio de física del colegio y que consisten en convertir una fruta en batería», ha destacado Ezri, antes de precisar que también podrían servir limones o patatas para dar luz al invento.

Aunque la pieza ha despertado el interés de coleccionistas y de museos, su creadora no pretende de momento impulsar su producción para uso doméstico.

La lámpara se ha presentado en la feria de diseño mobiliario celebrada en Milán este mes, junto a más de una veintena de prototipos, algunos muy originales, como los fabricados con jabón de glicerina, que cuentan con el beneplácito de la crítica profesional ya que impulsan el empleo de la tecnología lumínica LED.

Información y foto: EFE

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