A decenas o cientos de metros bajo tierra se han escarbado túneles donde el ruido de las maquinarias sustituyó hace años el repiqueteo continuo de los picos, que arrancaban a la tierra sus metales. Ahí, en las profundidades –algunas de distancias abismales*– no llega la luz natural, y la artificial, de la flama o la bombilla, ha sido la única que ha alumbrado lo que por millones de años ha permanecido bajo tierra. Las fuentes de luz artificial son las únicas que permiten realizar actividades donde, de lo contrario, reinaría la oscuridad.
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La invención de la primera lámpara de seguridad
La primera lámpara de seguridad fue la lámpara David, que creó el ingeniero inglés Humphrey David.
Su diseño evitaba que el gas entrase en explosión al contacto con la flama. La lámpara era más segura pero no era perfecta, su luz era débil e insuficiente. Sin embargo, la tecnología continuó perfeccionando el equipo, y pasó al alumbrado eléctrico hasta llegar a los equipos LED de hoy día.

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La iluminación minera plantea desafíos. En las entrañas de la tierra la luz artificial es la única fuente de iluminación. Los equipos deben evitar que el calor que emiten pueda provocar explosiones y estar seguros de poder resistir las condiciones de una mina: presencia de polvo, vibraciones y, en casos, golpes directos. En las minas de carbón, por ejemplo, la concentración de gas girsú (metano en su mayor porcentaje) puede ser alta y generar atmósferas explosivas. Para evitarlas, las fuentes lumínicas deben de estar en estricto aislamiento.
Desde la época antigua, la minería ha sido una de las labores más peligrosas, una de las que más vidas se ha cobrado. Durante la época colonial en México, indígenas y esclavos negros fueron obligados a adentrarse en los escabrosos túneles de las minas, iluminando con antorchas su camino, y cargando en sus espaldas la pesada carga hacia la superficie. La luz de las antorchas era necesaria pero también un peligro, las cavernas a las que se adentraban podían albergar gases explosivos.
En la Inglaterra de la Revolución Industrial, la explotación del carbón –principal combustible que alimentó a las nuevas maquinarias– inicio su auge. Pero el auge vino a un costo. Los mineros trabajaban en condiciones peligrosas y extenuantes, y los accidentes se cobraron continuamente numerosas vidas. Algunos de ellos se adentraban a las profundidades de la tierra al iniciar el día, pero ahí, donde la luz no llega, era adentrarse a la noche del subsuelo. La única luz que veían eran la luz lánguida de las linternas y los mineros que sobrevivían a los accidentes poco a poco iban quedándose ciegos.**
Los minerales arrancados de la tierra, desde los combustibles como el carbón a los metales industriales como el fierro y el cobre, permitieron el desarrollo técnico, arquitectónico y militar. Nuestro presente se debe a sí mismo a los mineros –involuntarios y voluntarios– que han dado su trabajo, su vista y hasta su vida en la labor de la minería, bajo condiciones que fueron, y en muchos lados continúa siendo, de explotación.

Ante esta larga historia de injusticia es un deber brindar a los mineros de hoy lo que la mayoría de los mineros del pasado no tuvieron: seguridad. Una buena iluminación es necesaria, porque permite identificar posibles peligros como la presencia de fracturas y rocas sueltas. En cambio, un mal alumbrado provoca una mayor fatiga en el trabajador, disminuye su productividad y aumenta la probabilidad de accidentes. La luminaria debe estar protegida contra el polvo, debe contar con una hermeticidad de al menos un IP 65, y ser capaz de resistir sacudidas y golpes que puedan llegar a ocurrir en las minas.
Además del alumbrado general del interior, cada minero debe llevar una lámpara personal que debe ofrecer un alumbrado permanente, que deje las manos libres, que genere una iluminación directa y sin sombras y que sea una iluminación enfocada en un punto.
Hoy en día existen las posibilidades de asegurar una protección adecuada al trabajo minero. Hay detectores de gas, las vigas que sostienen los túneles son más seguras, la luz es más eficiente y provee de una mejor iluminación. La tecnología ha permitido crear un alumbrado más eficiente y que brinde mayor seguridad. El LED, por ejemplo, tiene una mayor vida útil, permite reducir los costos de mantenimiento, reduce el consumo de energía, se incrementa la calidad de luz en relación con las tecnologías de sodio del pasado, tiene una menor emisión de calor, puede trabajar en temperaturas entre -40 ℃ y 50℃ y, también pueden contar con un sistema a prueba de fallos.

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Los primeros colegios de ingeniería minera
El Palacio de Minería en la Ciudad de México
Varios de los primeros colegios de ingeniero se centraron en la formación de ingenieros en minas. La minería era –y aún es– una actividad vital en las sociedades modernas por lo cual se requería a un personal que aplicara la ciencia para hacer más eficiente y segura la explotación. Entre éstas primeras escuelas se encuentran: la Academia de Minas de Freiberg, Alemania (1765); la Academia de Minería y Geografía Subterránea de Almadén, España (1777); el Real Seminario de Minería en México (1792), entre otras.
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Notas:
* La mina más profunda es la de Mponeng, Sudáfrica, que tiene más de 4km de profundidad y de la cual se extrae oro.
**George Orwell, The Road to Wigan Pier.
Por: Hugo Fauzi
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