
Construir es también hablar, hablar a través de los espacios y los muros, decir a través de las columnas y las formas. La arquitectura –no lo olvidemos– es también un arte y en su hacer hay también un mensaje. La luz cumpliría entonces el papel de subrayar palabras de ese mensaje, hacer énfasis en lo que arquitectura busca trasmitir.
Las antiguas catedrales fueron por siglos los edificios más altos, más imponentes y duraderos de las ciudades. Su solidez transmitía una sensación de eternidad; su tamaño el sentimiento de encontrarse ante lo infinito; la solemnidad de sus decorados imponía respeto.
Al interior, entre las grandes columnas, retablos de mártires en agonía y, tras un altar, un hombre de extrañas vestiduras hablaba de espaldas en un idioma ininteligible y de un inmenso libro ornamentado leía lo que, se decía, era la palabra de Dios. El sonido imponente de un órgano se sumaba a las voces de los coros, como música que al bajar de las alturas retumbaba en las naves. La luz se colaba por las ventanas desde lo alto, y aquellas con vitrales, daban al espacio una sensación etérea y divina. Aquella arquitectura, música y luz trasmitían un mensaje: aquel sitio era la conexión entre cielo y tierra.
Era otra la forma en que los espacios eran pensados para ser vistos y sentidos. Las construcciones eran mucho más que la piedra que las formaban, más que los espacios contenidos entre los muros, incluso más que la belleza que inspiraban sus formas: eran un mensaje que hacía uso de todos estos elementos.
Pero el mensaje arquitectónico no es el único. La sociedad lo recibe pero al recibirlo lo hace suyo y lo reinterpreta. Los edificios no consisten sólo del mensaje arquitectónico, implica además el valor que los individuos le dan a un espacio que cotidianamente está en sus vidas. Las catedrales eran –y en cierta medida continúan siendo– puntos de poder y encuentro social. En el pasado sus torres que sobresalían sobre el resto de edificios servían de orientación para los transeúntes. Las catedrales eran representaciones del poder sobre los cuales gobierno y sociedad se sostenían; como centros religiosos, eran una de las sedes de los principales sucesos de las vidas de las personas: bautizo que simbolizaba el nacimiento; matrimonio que encarnaba la unión; funeral que significaba la partida. Y eran por igual centros de las domingueras mañanas frente a la plaza donde, tras el acto religioso, los conocidos se encontraban y los jóvenes se conocían. En sus atrios y al pie de sus campanarios las catedrales guardan muchas historias de la sociedad de la que forman parte.
Con el paso del tiempo cambia la arquitectura –sus técnicas, sus formas– y con ella el mensaje que se quiere trasmitir. Se crean otros modos de hablar a través de la piedra, el concreto o el acero y se quieren decir también cosas distintas. Algunas construcciones del pasado caen y son demolidas pero otras perviven y resisten los años. A la arquitectura se ha añadido, hace relativamente poco tiempo, la luz como un elemento para trasmitir su mensaje. El diseño de iluminación, como se le conoce a esta rama, también busca resaltar las edificaciones del pasado y condiciona y guía la forma en que vemos las construcciones de antaño.
La catedral de Morelia estrenó recientemente un nuevo espectáculo de iluminación, con el objetivo –según se dijo– de atraer el turismo. El espectáculo que se realiza cada sábado entremezcla luz, sonido y pirotecnia. La fachada de la catedral se cubre de colores cambiantes, rojos, rosas, verdes, azules y morados; del suelo salen disparados fuegos artificiales de mil destellos y la música sirve como fondo del espectáculo lumínico. ¿Qué intenta comunicar aquel espectáculo sabatino al iluminar de ese modo los antiguos muros de la catedral dieciochesca?
Al sentido de eternidad parece haberlo desplazado el instante de la explosión pirotécnica; su tamaño significó una inmensa pantalla para proyectar un tornasol de colores; su significativa ubicación en la plaza central fue anzuelo de multitudes. Y al pie de la catedral el brillo de las pantallas de los celulares que grababan el espectáculo y blancos destellos de cientos de fotos que capturaban el instante. La catedral estaba en vivo y en directo, en pleno show.
La nueva iluminación espectacular de la catedral es evidencia de una forma cambiante en la que nos relacionamos y vemos los espacios que habitamos. Las coloridas y deslumbrantes iluminaciones de los antros, los fuegos artificiales de los grandes espectáculos, la luz de bares y casinos son un símbolo de la modernidad; modernidad que hemos querido proyectar al pasado. La iluminación coadyuvó –en el caso de la catedral de Morelia– a convertir una obra de siglos anteriores a una versión actual, ¿qué tan deseable es esto?
Este espectáculo de luces conlleva el riesgo de difuminar la diversidad de épocas y estilos presentes en la ciudad. Bajo los tonos cambiantes de azules y rosas, a los verdes y morados los edificios se asemejan entre sí, como si adquirieran un mismo carácter. Las críticas que comparan la catedral con un bar o una feria no son del todo desacertadas. Estas prácticas de iluminación implican el riesgo de que las ciudades sean homogeneizadas bajo una misma luz, bajo una idea de espectáculo que barra con la diversidad de tiempos, estilos y significados de los espacios que componen a una ciudad.




Cada sábado por las noches iniciará el espectáculo lumínico que asombrará, probablemente, a las miradas que atraiga. El valor social e histórico del edificio es marginado y desplazado a favor de la capacidad de entretener e impresionar que tienen los fuegos artificiales, las tonalidades y colores que aparecen y desaparecen sobre la fachada del edificio. Pero los simples fuegos y los colores de las luces no enseñan nada por sí mismos, no trasmiten un sentido de un edificio que lo tiene. La iluminación puede subrayar la importancia histórica y social de un inmueble, pero la iluminación no debe ser la protagonista, debe ser en cambio una discreta y fundamental participante que ayude a destacar lo importante.
Edificios como la catedral de Morelia forman parte del patrimonio histórico y se encuentran bajo planes de conservación. ¿Pero esto qué implica? ¿Preservar lo más posible su estado físico original? Sí, por muchos más años podrán mantenerse erigidas piedra sobre piedra, arco y cúpulas podrán mantenerse firmes y estables en lo alto y, sin embargo…¿el patrimonio no implica también un respeto y conocimiento sobre el lugar que es conservado? ¿No es el espectáculo de iluminación contraproducente en la búsqueda de este objetivo?
La luz, por supuesto, no es la culpable, es una herramienta más al servicio de la sociedad y es una responsabilidad social el modo de emplearla. La iluminación de la catedral moreliana puede verse como un éxito si su objetivo es atraer a los turistas e impresionarlos con un show lumínico. Pero, ¿es esa es la imagen que se quiere dar? ¿Que la imagen que los visitantes se lleven de un sitio como la Catedral de Morelia sea el juego de luces sobre sus muros? Recordemos, la arquitectura busca trasmitir un mensaje y la luz ayuda a destacar sus aspectos claves, pero también puede ser medio para difuminar lo que una estructura quiere decir. El espectáculo sabatino hace que miles volteen a ver a la catedral pero a la vez oculta el mensaje en piedra que generaciones enteras tardaron en construir.
Con luz también escribimos la sociedad que somos, ¿es esta la adecuada? Es un tema que arquitectos, diseñadores de iluminación, historiadores, gobierno y sociedad civil deben poner sobre la mesa y discutir.
Por: Hugo Fauzi
Es Irónico encontrar este reportaje y que justo al término aparezca la carta de Taxco. Cuando tuvimos la oportunidad de realizar el proyecto anterior que aparece en la última foto, se hicieron no menos de 50 reuniones interdisciplinarias, y se llegó a muchos consensos, me pregunto si este proyecto fue motivo de algo similar. En una de las reuniones un historiador dijo una frase que nunca he olvidado pero que hoy toma más relevancia. Y decía :»LA LUZ ES UNA MANERA MODERNA DE PARTICIPAR EN LA HISTORIA DE UN EDIFICIO».
En ese entonces, en el Consejo Nacional de Monumentos, presidido por el arq. González Pozo se nos cuestionó el que no se hicieran proyectos de calidad mundial. Me pregunto en dónde nos alejamos y perdimos el rumbo, en dónde la autoridad toma caminos tan distintos, la Carta de Taxco iba en otra dirección que no estoy completamente de acuerdo tampoco sea la única forma adecuada de manejar la luz, aunque hoy hubiera sido un gran defensor del patrimonio.
Los Mexicanos podemos más que esto, nuestro Patrimonio lo dice, ojalá no sigamos perdiendo oportunidades, yo no creo que esta participación, como refiere aquel historiador, sea el camino adecuado y espero no sea otra expresión del mal endémico del país, “la corrupción”. Me quedo con la tarea de recapacitar, los que hemos abrazado esta nueva profesión, ¿qué debemos hacer hacia el futuro?.
Pedro Garza.
Que tristeza que una Catedral de esta importancia se haya realizado un proyecto que la convierte en una «Feria de Luces» Como menciona Pedro Garza donde quedan las consultas profesionales ante los caprichos de los «Gobernadores» en turno con sus mágicas ideas de generar turismo!
Estimados Pedro y Rafael:
Gracias por los comentarios. Ojalá que todas estas críticas y opiniones de especialistas vertidas en este espacio, en redes sociales y en cualquier medio que haga eco, lleguen a las autoridades que regulan esto. Ojalá también que este tipo de espectáculos no se vuelva una tendencia y que el debate de la iluminación de patrimonio histórico se renueve, se aprenda de los errores y que las autoridades de cultura y patrimonio no dejen esto a la deriva.
Saludos
Luis Juan
Después de dejar pasar unos días, después del artículo, y las noticias del proyecto de ILUMINACIÓN de la catedral de Morelia y mis repetidos comentarios en redes al respecto, de un proyecto con falta de técnica, pero sobre todo de compromiso con el patrimonio de los mexicanos, me queda más que analizar lo siguiente:
Tenemos un largo recorrido todavía por hacer los que nos dedicamos a la iluminación, necesitamos ser más claros y concretos en la manera de transmitir la necesidad de esta especialidad y que necesita por lo mismo de especialistas que la ayuden a dar la mejor interpretación de la arquitectura y los espacios, que la iluminación del patrimonio no puede hacerse solo por diseñadores de iluminación, necesitamos incluir a más especialistas del tema como restauradores, historiadores, etc.
En algún lugar leí que “la luz es como la música, siente, revela y crea espacios “pero cuando estemos decididos a crear estas emociones, pensemos en crear historias e interpretaciones correctas de la arquitectura y nuestro patrimonio, nuestra responsabilidad en este tema es más grande, no estamos poniendo “Lamparitas» estamos comunicando una historia, desvelando el patrimonio, debemos estar plenamente seguros que este mensaje está bien interpretado, pero sobre todo bien comprendido por la sociedad.
Hay que innovar, arriesgarse y proponer pero siempre hay que recordar que podemos proponer, analizar, informarnos, documentarnos, pero no copiar, por qué nos encontraremos con proyectos vacíos que no logran comunicar nada.