Reconstruir las ciudades por parte de los gobiernos fue una obligación, pero el desastre y el agotamiento que dejó la Segunda Guerra Mundial solo permitía enfocarse en lo práctico y accesible. También se puede considerar que las tensiones posteriores durante la Guerra Fría y los temores de un ataque nuclear brindaron de forma inconsciente esa sensación de refugio, por lo que en el Brutalismo fue popular para reconstruir edificios de gobierno y viviendas sociales.
Descendiente del movimiento modernista, el estilo se popularizó en la década de los cincuenta al asociarse con las frases francesas béton brut (hormigón en crudo) y art brut (arte en bruto). Sus construcciones suelen ser minimalistas con formas geométricas muy marcadas o inusuales en donde se puede apreciar abiertamente su material de construcción (con frecuencia se utiliza hormigón o ladrillo), así como parte de sus elementos estructurales.
“Los edificios son muy musculosos y todo es quizás más grande de lo necesario, y por esa razón siento que el brutalismo es una versión moderna de la arquitectura gótica… Ambos fueron diseñados desde adentro hacia afuera (el propósito del edificio y lo que sucede adentro es la parte importante) el exterior es simplemente la envoltura que lo cubre». Dr. Jonathan Foyle, director ejecutivo del World Monuments Fund Britain.
La primera impresión de aquellas monolíticas y ásperas paredes de concreto es de frialdad o estoicismo, y en cierta medida esos conceptos son parte innata de su esencia. Sin embargo, la comunicación que tiene con la luz natural da cuenta de otra historia. Casi de forma melancólica, la luz se suele filtrar discretamente entre sus angulosas estructuras y pequeñas ventanas, generando un curioso equilibrio entre dos conceptos tan anacrónicos.
Como ya se mencionó, el estilo brutalista se utilizó principalmente para espacios gubernamentales y para casas de ayuda social, cada una con su respectiva interpretación en cuanto al diseño. Por un lado, las viviendas tienen un aire mucho más sobrio y simple, mientras que, los edificios públicos o institucionales tuvieron la libertad de explorar más a fondo lo que podía ofrecer este movimiento arquitectónico.
Algunos de los ejemplos donde se puede apreciar la conversación de la luz natural con el edificio son los siguientes:
Otros ejemplos donde el uso de la iluminación tiene un propósito más evidente es la iglesia de Ronchamp del arquitecto Le Corbusier entre 1950-1955 (lado izquierdo). Durante su creación, Le Corbusier mencionó que «El espacio y luz y orden. Esas son las cosas que los hombres necesitan tanto como el pan o un lugar para dormir.» Después tenemos a la capilla Tuskegee diseñada por Paul Rudolph en 1967. De nueva cuenta, la importancia de los ángulos se hace presente incluso en la iluminación en los comentarios de Rudolph: «Cuando trabajaba en la capilla de Tuskegee, sugerí una ranura continua de vidrio alrededor del perímetro justo debajo del techo, para que la luz natural entre al santuario de forma diagonal.»
Y es evidente que su belleza en ocasiones puede ser difícil de apreciar si consideramos que, actualmente la prioridad es la ligereza y armonía, aspectos que no fácilmente brindan los edificios brutalistas. De igual forma, el paso del tiempo no ha ayudado a su mantenimiento, razón que ha llevado a considerar su demolición progresivamente como fue el caso del edificio de la farmacéutica Burroughs-Wellcome a inicios de enero de este año. Sin embargo, son testimonio en piedra de un pasado no muy lejano y de su muy particular forma de imaginar lo que sería el futuro.

Por otro lado, es muy curioso el recibimiento tan positivo que se dio a estas estructuras aquí en México. Por el gusto innato del mexicano por el sincretismo cultural, las corrientes modernista y brutalista llegaron al país solo para ser absorbidas y reinterpretadas por personajes como Teodoro González de León, Abraham Zabludosky, Luis Barragán, entre otros.
El deseo por reconstruir la nación después de un muy conflictivo inicio del siglo XX y la eterna búsqueda de identidad nacional se interpretó como el deseo de modernizarse, de una ilusión del porvenir que justamente ofrecía esta corriente arquitectónica, que a diferencia de sus ejemplos internacionales, en México se le dio prioridad a la entrada de luz masiva, sin perder esa melancólica entrada geométrica.
Cualquier transeúnte que se pasee por la Ciudad de México tarde o temprano se encontrará con un edificio de concreto y ladrillo vivo. Museos, auditorios, colegios y edificios de gobierno todos son una llamada al futuro desde el pasado.
FUENTES
Imagen destacada: Diseño previo del proyecto Neanderthal Museum en Piloña España. Barozzi Veiga, 2010.
Revisiting Vrutalism: The Past and Future of an Architectural Movement
Henley, Simon, Redefining Brutalism
Hidden Architecture: Tuskegee Chapel
Eye Toward Design Brutalism & Paul Rudolph
La arquitectura cobra vida gracias a la ciencia ficción