Nuevo sistema de iluminación LED para la Diosa Tlaltecuhtli

tleltecuhtli

Dentro de la exposición permanente del Museo del Templo Mayor, en la Ciudad de México, se encuentra el monolito de la Tlaltecuhtli, diosa de la Tierra para la cultura mexica. Hace unos días se anunció que este descubrimiento, unos de los últimos en ser rescatado de las ruinas del Templo Mayor recibió un cambio en su iluminación, y es que las cuatro lámparas de halógeno que lo iluminaban producían sombras que impedían apreciar sus colores reales.

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El sistema de iluminación actual, diseñado por el subdirector de museografía David García con base en tecnología LED, fue instalado en el perímetro que enmarca a la antigüa deidad, gracias a esto la ausencia de sombras y el alto indice de reproducción de color, permite que el espectador disfrute por completo de los pigmentos originales con los que fue iluminada esta obra. Debido a las investigaciones realizadas por Giacomo Chiari, del Instituto de Conservación Getty de Los Angeles California, se sabe que los mexicas usaron seis pigmentos minerales y vegetales en el monolito: ocre de goetita, hematita y magnetita, azul maya de paligorskita y añil, negro de carbón vegetal y blanco de calcita. Los análisis apuntan a que estos pigmentos fueron aglutinados y adheridos a la escultura con un mucílago extraído de la orquídea.

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El monolito muestra de una manera excelsa a un ser de cuerpo entero visto de frente y en posición de parto. Destaca el cabello rizado, propio de las divinidades de la oscuridad, la tierra y el inframundo. Grandes banderas de papel que simbolizan el sacrificio asoman de la cabellera. El rostro tiene ojos en forma de media luna, nariz ancha, mejillas con los círuclos distintivos de la diosa de la tierra y boca descarnada. A los costados se observan orejas prominentes adornadas con joyas circulares de las que penden paneles de tela.

En este monumento Tlaltecuhtli fue representada en su aspecto femenino. Sus dos senos flácidos y los pliegues que atraviesan el abdomen la califican como una madre prolífica. El vientre tiene esculpida una incisión circular de la que brota un flujo de sangre que llega a la boca. Dentro de la incisión aún se distinguen dos pies con sandalias de obsidianda, restos de la imagen perdida de un dios o un gobernante. Más abajo se observa una falda corta con cráneos y huesos cruzados, así como una divisa entre las piernas compuesta por un cielo estrellado, símbolos de Venus, plumas de águila, correas de cuero y remates de caracoles. Las extremidades de la diosa son robustas: sus codos y rodillas están cubiertos con cráneos en tanto que sus cuatro garras hay rostros de seres telúricos. Como nota distintiva, la garra de la pierna derecha enmarca el sol del conejo con el numeral doce. (Descripción del monolito en el Museo del Templo Mayor)

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