En un parpadeo nos encontramos ya a mediados de este primer mes del 2022. Después de 2 años de pandemia, nos mantenemos frente a un futuro un tanto incierto, en el mejor de los casos con pintas a mejorar o quizás a solo adaptarnos.
Observar el entorno actual me llevó a pensar qué tanto de lo que se ve en películas, juegos o novelas terminará por manifestarse en las ciudades de un futuro cercano. Y para alguien que disfruta de la ciencia ficción clásica, pensé en cómo ilustraban las calles de las grandes urbes en películas como Blade Runner, El Juez, El vengador del Futuro o series si bien no futuristas, si con este guiño de los «bajos mundos» como Miami Vice o Magnum… no todas de la misma calidad pero sí con algo en común: La luz neón.
Aquellos tubos de vidrio saturados de gas y colores brillantes tuvieron su apogeo a mediados del siglo XX (aunque fue descubierto desde 1898), y fueron la respuesta en potencia a la iluminación urbana, o al menos a la imaginación de lo que serían en un futuro no muy lejano.
En términos técnicos, las luces de neón están compuestas por un tubo de vidrio sellado con un electrodo de metal en cada extremo, lleno de uno o varios gases a baja presión que al aplicar corriente eléctrica, ioniza el gas dentro del tubo, lo que genera la iluminación. Y aunque se le generalice con el nombre neón, este gas solo produce un tono rojizo naranja, ya que para obtener otros colores se deben usar gases tales como hidrógeno (rojo), helio (amarillo), dióxido de carbono (blanco) o mercurio (azul).

El neón como elemento fue descubierto en 1898 por los científicos William Ramsay y Morris W. Travers y para lograrlo obtuvieron neón puro de la atmósfera y estudiaron sus propiedades en tubos de vidrio similares a los usados actualmente, aunque no con un propósito comercial. Tiempo después, Georges Claude, un ingeniero francés, presentó la iluminación de tubos de neón en su forma moderna en 1910.
Esta tecnología tuvo un gran recibimiento en Estados Unidos hasta los años ochenta. Y aunque era más caro que otras formas de señalización o publicidad en ese momento, las empresas lo vieron como una novedad que llamaba mucho la atención, ejemplo de ello son las clásicas postales del Time Square o Las Vegas cubiertas (o saturadas) de color.
Con el paso del tiempo la demanda y popularidad por esta clase de letreros fue disminuyendo por razones de seguridad, ineficiencia, costo y practicidad frente a las otras tecnologías como los letreros fluorescentes o el propio LED.
Actualmente se puede observar para diseños con temática retro de los años cincuenta, en ciertas tendencias de diseño de interior de uso residencial o comercial, artistas visuales que ven en sus formas y colores una manera de expresar sus obras o en el cine como una herramienta para generar atmósferas con mucho contraste.
Sin embargo, donde mantendría su sello distintivamente urbano fue dentro de la cultura pop. Ya que la luz neón se convertiría en un símbolo para obras de ciencia ficción ciberpunk con futuros cercanos, ciudades distópicas, oligarquías corporativas y un desarrollo tecnológico abrumador bajo el lema: high tech, low life.
A pesar de ser escenarios de ficción, existen ciudades que se les asemejan pues respaldan su identidad a través de la saturación de colores en sus calles, no necesariamente con luz neón pero si con el propósito de generar el mismo efecto (son ejemplo Bangkok en Tailandia o Shinjuku en Japón). Circunstancia que entra en debate con frecuencia dentro de la comunidad de iluminación, principalmente porque se ha demostrado que no es saludable ni para los usuarios ni para el ambiente.
Bangkok, Tailandia Shinjuku, Japón
Es un hecho que nunca llegaremos a ver estas ciudades neón en un futuro, la tecnología de la iluminación tomó otro rumbo hace tiempo con el LED y es seguro que seguirá por esa ruta. El ejercicio está en imaginar cómo será la luz que dará forma a las calles de las grandes centros urbanos del mañana.