Una conocida anécdota cuenta que en 1994, tras un sismo y un consecuente apagón masivo, los habitantes de Los Ángeles, California llamaron efusivamente al observatorio Griffith (algunas fuentes refieren que al 911) debido a que veían una gigante y plateada nube en el cielo oscuro. En aquel momento fueron testigos quizás por primera vez en su vida de la Vía Láctea.
Desde un punto de vista pragmático y con tintes de cinismo se podría pensar «bueno, se ve una mancha blanca en el cielo y muchas estrellas (8 mil en una noche despejada), eso ¿Cómo afecta o beneficia directamente a la sociedad?
¿Cómo tomar acciones frente a una problemática que no perjudica (visiblemente) a corto plazo?
Como otros grandes problemas, es en gran medida por la falta de conocimiento combinada con apatía o postergación. La primera relativamente fácil de solucionar… las otras 2, un tanto más complejas.
¿A qué va esta reflexión? En los últimos años se han abierto más espacios de discusión para hablar sobre cielos oscuros y la contaminación lumínica. En un inicio fueron los astrónomos, ya que directamente era un problema que afectaba su profesión. Gradualmente, los debates y las investigaciones se ampliaron más, cómo afecta en la salud, en la fauna, en el ambiente… en el bolsillo y, ¿verdaderamente importa?
He tenido la oportunidad de estar presente en diversos eventos con el tema de cielos oscuros y siempre es enriquecedor conocer el trabajo y los avances que se están realizando para disminuir el problema. Sin embargo, el hablar de manera tan general puede disminuir el impacto porque no se tiene un objetivo en concreto más que dar a conocer que existe un problema y que, como sociedad debemos involucrarnos.

Aquí entra en escena el coloquio ROLAN (Responable Outdoor Lighting At Night) realizado a principios del mes de mayo. Un espacio donde especialistas internacionales (principalmente europeos) se reunieron de forma virtual para tratar una vez más el tema.
Lo que hizo diferente esta versión fue un detalle sutil y a la vez de gran magnitud: el enfoque. Pudiera parecer un tanto obvio pero reconocer los verdaderos límites de acción permite ofrecer soluciones más concretas y fue justo el acierto que tuvo ROLAN al enfocar sus esfuerzos en la relación entre contaminación lumínica e iluminación exterior.
Al ser un primer ejercicio a nivel internacional con una perspectiva más puntual, considero que fue un éxito, como ellos lo mencionan, el objetivo fue «facilitar la colaboración y el apoyo necesario para mejorar la práctica de iluminación, mejorar la investigación, y brindar oportunidades de trabajo entre fabricantes, profesionales e investigadores», y para quienes tuvieron la oportunidad de participar, es evidente que el evento cumplió su cometido.
Otro acierto fue la calidad de las ponencias y las propuestas ofrecidas, que de llevarse a cabo bien podrían mitigar a gran escala este problema. Me quedo en particular con el comentario de Deborah Burnett (Benya Burnett Consultant) al ser realista respecto a la manera en cómo se proponen soluciones. No siempre se puede convencer con estrellas, salud o ecosistema. El mensaje terminante a veces se encuentra en el impacto de los dividendos.
Por otra parte, la mayor fortaleza de ROLAN también tiene el potencial (recalco en «potencial», ya que es un tema que se cocina lento) de convertirse en un freno. Al poseer un perfil tan académico se corre el riesgo de caer en una especie de «endogamia académica» donde el contenido y las propuestas ofrecidas quedan a dicusión de un pequeño grupo, cuando el tema del firmamento se encuentra literal sobre la cabeza de todos. Quizás consideren más adelante la opción de acceder a las conferencias, hay tanta información y propuestas que sería injusto que queden en el olvido de una reunión más de Zoom.

Para cerrar, y como otra sugerencia para futuras ediciones (que esperaré con entusiasmo) es que se pueda ampliar la mesa de discusión a otras regiones del mundo. De esta manera se conocen otros métodos y perspectivas para enfrentar esta situación.
Esperemos que los temas discutidos echen raíces y con mayor frecuencia se realicen esta clase de espacios con llamados a la acción cada vez más contundente
Regreso a la pregunta ¿en qué afecta o beneficia directamente a la sociedad que tengamos cielos oscuros? En primera por salud y para evitar que colapse el ecosistema y la red trófica a largo (muy pronto a mediano) plazo. También porque de hacerlo correctamente, es redituable y se pueden hacer importantes ahorros económicos.
Finalmente porque quien tiene la suerte de estar frente a un verdadero cielo estrellado, se puede hacer consciente de lo pequeño que se es frente al universo, se vuelve uno más humilde, se disuelve por un momento el egoísmo y se valora más el entorno… Quizás sea mejor ignorar este último, enfoquémonos en que tiene un impacto económico positivo, es un ganar-ganar.