Por Alfonso Tejedor
Valentín Álvarez es una persona curiosa. Su mirada fija en el periodista y su palabra rápida, casi apresurada, dispara las ideas una detrás de otra, obligando a dedicar unos segundos a digerir la información. La ideología que subyace detrás de sus planteamientos convierten a esta entrevista en la más atípica y la más interesante que he hecho hasta la fecha.
Valentín Álvarez ha defendido su saber hacer en cine publicitario, en fotografía, en teatro e incluso en largometrajes. Es por tanto un perfil muy diferente al tipo de personas que uno encuentra en una jornada sobre iluminación. La primera pregunta parece obvia:
¿Qué hace una persona como tu en un sitio como este?
Pues aunque en mi página web puedes ver mis trabajos más conocidos, soy director de fotografía y hago publicidad, cine, documentales y también hago diseño de iluminación teatral. En concreto este año he tenido Los Mácbez, Un trozo invisible de este mundo, donde llevamos cuatro Macs (ordenadores de Apple) para el diseño de iluminación, y Rinoceronte de Eugene Ionesco. Así que mi mundo es la luz tanto en cinematográfica, como en fotográfica, y escénica. Me gusta la particularidad de la creatividad y la mía es estar en los tres mundos.
¿Y en qué situación ves tu el papel de los diseñadores de luz, en cuanto a reconocimiento?
Voy a hacer un símil, porque como soy también director de fotografía, creo que el papel del diseñador de luz teatral es un papel más moderno que el diseñador de fotografía que empezó con el cine, a principios del siglo XX mientras que el diseño de iluminación teatral es más moderno. Al principio se englobaba dentro de la escenografía y no se consideraba una disciplina independiente. Para que el diseñador de iluminación sea reconocido ha sido necesaria una evolución de la tecnología para que el mundo teatral tome consciencia de lo que es.
Ya desde el barroco, con Caravaggio, se considera la luz como un elemento en si mismo. A través del Sfumatto (que ya había iniciado Leonardo da Vinci), Caravaggio marca la conciencia de la luz como un elemento de expresión en si mismo.
Ha hecho falta un desarrollo tecnológico a lo largo del siglo XX que han permitido el surgimiento de unas narrativas de la luz, porque antes la luz se utilizaba simplemente como elemento dramático o escénico, pero no tenia una historia propia que contar, una narrativa.
Pongo un ejemplo: si hacemos un símil cinematográfico el director de iluminación es una mezcla entre el director de fotografía y el editor de imagen, porque el componente narrativo de esa iluminación es tremendo. Tu (como diseñador de iluminación) eres el responsable de cómo se forma la imagen en los ojos del espectador. Realmente somos diseñadores de imagen, porque la luz es un instrumento, es nuestra paleta, es nuestro pincel, es con lo que creamos una imagen, con base en la luz que llega al ojo y forma una imagen en tu retina, que es nuestro plano focal.
Sin embargo, hay una pelea (más en la iluminación de exteriores o interiores, porque lo cierto es que en el teatro, “el que se encargaba de las luces” siempre ha estado ahí)…
Es cierto —interrumpe Valentín— que en el teatro hay un concepto más claro de luz, tanto por la tecnología como porque hay un concepto más claro de imagen. Porque ahora mismo el tema de la imagen está en el centro de la discusión, recuerda que estamos en el comienzo de la tercera revolución industrial. ¿Qué es una revolución industrial? La revolución se produce cuando la tecnología cambia los hábitos de las personas. La primera fue el carbón, el vapor, el hierro… La segunda el transporte, los coches, las comunicaciones… Pero basta con mirar a los jóvenes para darse cuenta de que las comunicaciones están cambiando. Hasta donde conocemos es el último eslabón (puede que haya otro después que aún no podemos ni imaginar) que faltaba por eliminar: el de la comunicación directa, individual… el teléfono ya no es parte de la casa, es parte de uno mismo, y eso influye en todo. Por eso el avance tecnológico está cambiando los hábitos sociales.
Y los hábitos sociales están influyendo sobre la imagen, porque la imagen está encima de ti todo el día. Y la imagen y la luz es lo mismo, aunque en el hecho perceptivo estricto no lo sea, para nuestro inconsciente si lo es, porque lo que creamos es imagen.
Cuando un diseñador de iluminación —por ejemplo de una fachada— (yo he hecho una película sobre arquitectura «How much does your building weigh, Mr Foster?” , que se rodó durante dos años y fui el director de fotografía) aborda un proyecto, tiene que pensar ¿qué es la arquitectura? y la respuesta tiene que ser: “la arquitectura es una imagen, con la que interactuamos y vivimos”. También está el tacto, pero la luz lo que hace es conectarnos a la forma, y nos crea una imagen. Y ahora mismo el valor de la imagen está subiendo. Estamos experimentando una consciencia de lo que es la imagen. La imagen de un edificio es la luz. Y la conexión y la clarividencia conceptual de que luz e imagen son lo mismo es lo que hace que el diseño de iluminación sea tan importante ahora mismo.
Por eso el mismo edificio cambia si está en el norte de Europa, donde la luz es mas angulada, o si está en Egipto donde la luz es más directa.
¿Quieres decir que el mismo edificio, dependiendo de dónde esté, es un edificio distinto?
¡Sí! Visualmente sí, absolutamente. Porque nunca tendrían la misma luz.
Dentro de la narrativa de la luz, hay iluminadores que utilizan la luz para dar una versión distinta del mismo edificio. Es decir, que cuando lo iluminen parezca un edificio diferente al que se ve con la luz solar.
Es que lo único que hace que un edificio se vea es la luz (sea de día o de noche). Es lo que forma la imagen en el ojo.
Te voy a poner un concepto fotográfico. En el mundo de la fotografía, la luz se puede crear y la luz se puede captar. El edificio de día capta la luz y de noche necesita que se cree. Sin embargo, un edificio —con sus superficies, sus cristales, etc.— también refleja luz, al fin y al cabo todo lo que vemos es luz reflejada. Por eso a la hora de iluminar hay que tener en cuenta todas esas cuestiones: el tipo de material que es, el color que tiene, la ubicación en la que está.
La ventaja del español con respecto al inglés es que diferenciamos entre el verbo “ser” y el verbo “estar”, mientras que en inglés tienen una única palabra para designar ambas situaciones. Y yo siempre digo que las cosas no “son de un color”, sino que “están de un color”.
En esta profesión tan bonita en la que estás, algo que es común a todas las personas con las que hablo es que la tecnología les lleva con la lengua afuera, que es imposible estar al día de todas las novedades e innovaciones que se producen en el mundo de la iluminación. ¿Cómo gestiona esta situación una persona que, además de aprender y estar al día, tiene que trabajar para poder comer?
Sinceramente, lo mejor que podemos hacer, los profesionales que llevamos muchos años en la misma profesión, es dar clases. Porque interactúas con tus alumnos y ellos te realimentan con todas las novedades, porque ellos disfrutan estando al día de las últimas tecnologías. O sea que lo más egoísta es dar clases. Porque tu explicas tu concepto de luz y cómo se trabaja la luz, como se maneja la luz (en la fotografía en mi caso) pero ellos están siempre pendientes de lo último que sale.
Por eso, crear un grupo siguiendo el modelo socrático (leer aquí) es perfecto para mi. Hay que aprender de Sócrates. El ágora. En el ágora llega todo. La multitud de voces, en la dialéctica constante permite que toda la información llegue mucho más rápido.
Y en un trabajo en el que uno se gana la vida, ¿dónde está el sitio para la experimentación? Cuando se trata de un proyecto que tiene que entrar en un presupuesto, ¿cómo se puede experimentar?
La experimentación está en asumir riesgos. Yo siempre me arriesgo. Porque mi vida no es eterna y esta profesión la vivo con pasión, a lo mejor si hubiera ido por otros caminos podría haber ganado más dinero, pero el valor está en encontrar tu estética, tu plástica, tu lenguaje. No hay otro parámetro de valoración. El que no se arriesga, no avanza. Tienes que estar experimentando constantemente, aunque estés jugando con dinero. Tienes un compromiso mayor que ajustarte al presupuesto o jugar sobre seguro, y es que como ser humano tienes que evolucionar. Tu deber como ser humano es arriesgarte a evolucionar en la imagen de la luz, o en la luz que crea esa imagen. Son lo mismo, la imagen no puede existir sin la luz. Por eso hay que estar experimentando permanentemente, y arriesgarse. Si no arriesgas en realidad no estás experimentando.
¿Dónde esperas que llegue la tecnología para poder hacer eso que te gustaría hacer y que no puedes porque aun no es posible? ¿Qué necesitarías que estuviera disponible ya para poder realizar un proyecto como a ti te gustaría?
De momento hay un tema sociopolítico y económico que está afectando a todo: la investigación de energías alternativas y la evolución de los superconductores. Porque hay mucho interés en que se consuma mucha energía y que ese mercado no cambie porque eso afectaría a los ingresos de muchas empresas, y por eso no interesa que se investigue más en superconductores, porque eso bajaría el consumo eléctrico y energético enormemente, y reduciría los tamaños de todos los elementos que conocemos y utilizamos actualmente.
Si estamos hablando del mercado audiovisual, tenemos que hablar de la cultura y del tratamiento que recibe, en estos tiempos de crisis económica, de recortes, etc. y cómo afecta eso a la creatividad que se le pide a uno cuando antes le daban cien y ahora le dan diez.
En España el principal problema es el partido que tenemos en el gobierno, que no cree en la cultura. En España tenemos un problema de caciquismo, de un gobierno que ha impuesto un 21% de IVA a la cultura… y que afecta a los profesionales de la iluminación. La luz es cultura, la imagen es cultura.
Un impuesto tan alto sobre [la industria de] la cultura —el más alto de Europa, no tiene ningún sentido. Porque la cultura es España, porque un país sin cultura pierde su identidad. Para mi este gobierno ha traicionado al ciudadano español.
Hay gente que no tiene más remedio que hacer cultura pero no cree en ella. Y yo creo que la cultura es algo fundamental para el ser humano, para su desarrollo integral, para que siga avanzando y lleguemos cada vez más lejos. Si los que nos gobiernan no creen en la cultura, pues evidentemente son una cortapisa para la luz, la creatividad y para todos aquellos que creamos cultura.
La cultura es de todos, no de una ideología. Por lo tanto, el gobierno que tenemos tiene un problema de catetismo, patetismo, incultura y paletismo, que es lo que es nuestro gobierno, un gobierno de paletos.
¿De acuerdo, pero como se maneja que a uno le pidan como si le dieran cien cuando en realidad le están dando diez?
Eso es otro tema. Tienes un presupuesto más pequeño y lo único que puedes utilizar para que no se note que tienes menos presupuesto es el ingenio. Y las situaciones límite te hacen ser más ingenioso.
En otras situaciones tienes más tiempo, pero en iluminación teatral te valoran al minuto, todos los días. Eso te crea una presión en el espacio temporal muy importante. Ahí están lo que optan por la postura cómoda que dice que como tengo poco, hago poco, o los que trabajan con mi estilo, que es ir siempre a por el cien por cien, y luchar por él, aunque luego te quedes al 70 u 80%. Claro, teniendo precavidamente un plan alternativo para que no llegar al 100% no provoque que se caiga todo. Siempre tienes que tener tus “seguros” e irlos midiendo para que ese objetivo a cumplir no se desmorone totalmente por el ímpetu de llegar al máximo. Hay que tener cuidado.
En resumen, que a la escasez de medios sólo cabe echarle ganas e ingenio, ¿no?
El ingenio es muy importante, y pensemos que es un trabajo que es un mezcla de conocimiento, pensamiento y sentimiento. Es una mezcla de todo. Y todo impulsado por la creatividad que es el elemento motor.
¿Y se ha encontrado alguna vez en la tesitura de decir “esto no está bien, hay que tirarlo todo y empezar de cero”?
Cientos de veces. Pero hay que saber hacerlo a tiempo.
¿Hay que saber mirarse a uno con humildad?
Con humildad, con visión crítica, no convencerte de que funciona lo que no funciona. Lo bueno que tiene cumplir años es que cada vez sabes manejarte mejor entre los parámetros y seguir evolucionando, como un buen vino. Hay que ser como un buen vino: tener un buen poso, tener buena madre, y seguir evolucionando para llegar a ser un gran reserva. Y en eso se basa el trabajo de iluminador.
Pues muchas gracias por ofrecernos tantas ideas condensadas en tan poco tiempo, y esperamos seguir tu trayectoria con nuevos éxitos que demuestren que no hay obstáculo demasiado grande cuando se trabaja con pasión y dedicación.
Muchas gracias a vosotros y espero encontraros en la red.